‘Ángel de la Guarda’ de Murillo

‘Bartolomé Esteban Murillo, la mirada de la santidad’

Realizada hacia 1665-1666 para el Convento de los Capuchinos de nuestra ciudad, la pintura del Ángel de la guarda de Bartolomé Esteban Murillo se hallaba a un lado del presbiterio, haciendo pareja con el San Miguel Arcángel que se encuentra hoy en Viena. En 1814 la comunidad de los Capuchinos lo regaló al Cabildo de la Catedral en agradecimiento por haber custodiado sus murillos antes de trasladarlos a Gibraltar para evitar ser expoliados por los franceses. Hasta el próximo mes de abril podremos contemplarla en la exposición “Murillo y los Capuchinos de Sevilla” que se celebra en el Museo de Bellas Artes.

Parece evidente que Murillo pudo basarse en una estampa del italiano Simone Cantarini, discípulo de Guido Reni.

El cuadro representa al ángel de la guarda, de juvenil aspecto y serena expresión, que lleva de la mano a un niño pequeño, símbolo del alma humana, mientras que con la otra mano le señala la luz que viene del cielo, la cual contrasta con la oscuridad del fondo de la pintura. El ángel viste una túnica de tonos dorados y un mantolín de color rojo oscuro, mientras que el niño lleva una túnica blanca.

Descubrimos en la composición de esta obra una diagonal que va desde la zona superior izquierda, de donde viene la luz, hasta la parte inferior del cuerpo del niño. Como señala Ignacio Cano Rivero, coordinador de la citada exposición, esta diagonal se ve reforzada por la comunicación de las miradas entre el ángel y el niño.

Una guía en el camino de la vida

Murillo logra representar la actitud protectora y acogedora del ángel por medio de la ternura con que éste mira al niño y lo coge de la mano, así como por su ala izquierda que, al aparecer abierta y extendida hacia el pequeño, parece crear como un escudo que lo protege y ampara, a la vez que sirve para equilibrar la composición. El niño por su parte, lleno de inocencia e ingenuidad, reforzadas ambas actitudes por su vestidura blanca, representa el alma que está comenzando el camino de la vida, en la que va a necesitar esta protección para poder llegar al cielo.

El profesor Enrique Valdivieso subraya que ésta es una de las obras en las que Murillo muestra con mayor plenitud el concepto de belleza amable y serena que supo crear para configurar a sus personajes celestiales y que tanto éxito le hizo tener ante el pueblo por la comunicación que se establece entre las figuras y el fiel que las contempla.

Ante esta hermosa pintura evocamos la cita del libro del Éxodo (23, 20-23): “Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que te he preparado”, así como las palabras del Papa Francisco acerca del ángel de la guarda: “la docilidad a este compañero de camino nos hace como niños: no soberbios, nos hace humildes, nos hace pequeños. Esta es la docilidad que nos hace grandes y nos lleva al cielo”.

Antonio Rodríguez Babío (Delegado diocesano de Patrimonio Cultural)

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