El Buen Pastor, de Murillo

Celebramos el pasado domingo (IV Domingo de Pascua) la fiesta del Buen Pastor y por ello presentamos en esta sección una de las obras más difundidas y populares de Bartolomé Esteban Murillo, el Buen Pastor, que se conserva en el Museo del Prado de Madrid.

La iconografía del Buen Pastor es uno de los símbolos del arte paleocristiano, si bien en su origen se trataba de un tema pagano que hacía referencia, como contraposición al mundo urbano, al idealizado mundo de lo bucólico como el lugar del ocio y de la dedicación a meditar sobre temas existenciales, hasta el punto que se convierte en imagen de la vida paradisíaca tras la muerte, por lo que será muy frecuente la representación del pastor en los sarcófagos paganos y en los frescos de las catacumbas. Posteriormente los cristianos reconocerán en estas imágenes paganas al Buen Pastor del Evangelio. Seguramente la cima de esta iconografía sea la figura que se conserva en el Museo Pio Cristiano, que forma parte de los Museos Vaticanos, de fines del siglo III o inicios del IV.

Conocemos varias versiones de Murillo de este tema iconográfico, entre las que sobresalen la del Museo del Prado, que probablemente sea la más antigua; también hay que destacar una versión posterior que se encuentra en Inglaterra y que parece ser la que realiza para el altar efímero levantado con motivo de la inauguración de la Iglesia de Santa María la Blanca en 1665, en la que aparece Jesús de pie en actitud de guiar el rebaño, así como otra que se custodia en la StädelschesKunstinstitut de Fráncfort, realizada en sus últimos años.

La del Museo del Prado debe ser obra de alrededor de 1660 y en ella Murillo representa la parábola de la oveja perdida; vemos al Niño, vestido con una túnica de tonos rosáceos, sentado en un promontorio del terreno, acariciando la oveja con su mano izquierda y llevando el cayado en la otra mano. Al fondo, a la derecha de la composición, se descubre el rebaño de las noventa y nueve ovejas que el Buen Pastor deja para ir a buscar a la perdida, mientras que detrás de Jesús se alzan una serie de ruinas clásicas que simbolizan el triunfo del cristianismo sobre el paganismo.

Tradicionalmente se ha aceptado que Murillo se inspira en un grabado de Stefano della Bella que representa a Cupido y que pertenece a una serie llamada Jeu des Fables.

Para mover a la devoción y facilitar que el fiel establezca una relación afectiva y personal con la imagen, Murillo utiliza varios recursos como la mirada del Buen Pastor dirigida directamente al espectador, invitándolo así a formar parte de su redil, o el propio hecho de que el pintor nos presente al Buen Pastor como un niño, lo cual enriquece semánticamente la información que nos da la parábola, añadiendo una carga mayor de ternura a la actitud, ya de por sí misericordiosa, del Buen Pastor para con la oveja extraviada.

 

Antonio Rodríguez Babío (Delegado diocesano de Patrimonio Cultural)

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