Martes 5º de Pascua (B)

Lectura del santo evangelio según san Juan (14,27-31a):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo yo».

Comentario

 Mi paz os dejo

Paz. Un anhelo que ha recorrido el mundo en todas las edades. Aspiramos a la paz porque la consideramos indispensable para el progreso humano. El salmista sitúa la paz y la justicia como dos caras de la misma moneda: la justicia y la paz se besan. En el Evangelio del día, Jesús nos da la paz, pero no a la manera del mundo. Su paz se besa con la justicia y nos proporciona una base para nuestro progreso espiritual. La paz que viene a traer Jesús va más allá de la ausencia de conflictos porque es la paz de la plenitud en Dios Padre. Jesús prepara el camino pero solo en paz con uno mismo  es posible recorrerlo. Por eso, su primera invocación es a la paz: «Mi paz os dejo, mi paz os doy». Que no tiemble tu corazón, que no te embargue la zozobra ni te pueda el temor. Que tengas paz. La paz de Dios, como decían los antiguos para saludarse.

 

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