Viernes 4º de Cuaresma (B)

Lectura del santo evangelio según san Juan (7,1-2.10.25-30):

EN aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.
Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron:
«¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:
«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado».
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Comentario

¿No es este el que intentan matar?

Jesús se sabe perseguido. Y toma sus humanas precauciones, como señala el Evangelio del día. Sube a la fiesta de las Tiendas sin dejarse ver mucho… hasta que empieza a predicar. Y entonces, sí. Entonces desata la contradicción en quienes lo escuchan. Porque no les cuadra el mensaje mesiánico que maneja con sus orígenes galileos más que contrastados. Y menos aún les cuadra la inquina que le profesan los jefes con las enseñanzas en el templo abiertas a todo el que quisiera escucharle. Todo es contradictorio en Jesús porque en los esquemas judíos de la época no cabía un Dios hecho hombre, semejante en todo a ellos menos en el pecado. No eran capaces de trascender la propia existencia histórica de Jesús y confesar que era Hijo del Padre: «Yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz». Por todo eso intentaban matarlo, como ya era vox populi, «pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora». En esa frase final del Evangelio de hoy está admirablemente resumida la idea de la Encarnación: el tiempo de dar muerte al Cordero Pascual no le pertenece a los hombres, sino a Dios.

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