La enseñanza empática de Jesús en las relaciones familiares: ¿Cizaña o trigo?

Como en artículos anteriores seguimos hablando de empatía como competencia a desarrollar para mitigar, evitar y tratar los conflictos que puedan surgir en nuestro ámbito. Hoy abordaré un conflicto familiar.

Para tratarlo me apoyaré en la parábola de ‘La cizaña y el trigo’.

… Dejad crecer conjuntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”.

¿Qué situación de familia puede ilustrarla?

Claudia, joven estudiante hace una crítica despiadada de su hermano Luis a sus padres. Intenta hacerles ver que él es “un niño mimado”, que no tiene en cuenta a nadie, que va a lo suyo sin importarle nada la familia.

Padre y madre escuchan las continuas quejas de su hija.

Claudia quiere ganarse el favor de sus padres en detrimento de la valoración que tienen de su hermano. Sus comentarios ofensivos, cizañosos podríamos decir, generan tensión en casa.

Ante esta situación, al igual que en la parábola de la cizaña y el trigo, los padres deciden mantener una conversación empática a solas con su hija, en la que aflore todo, tanto sus pensamientos negativos como los que alberga el buen corazón de Claudia.

El motivo de su manifiesta queja es que su hermano Luis, que trabaja fuera, se pasa, en ocasiones, varios días sin llamar por teléfono, e incluso, algunas veces olvida alguna fecha importante. Ella, por el contrario, que también está fuera, llama todos los días.

Claudia se queja de que los padres festejen cada vez que su hermano organiza algunos encuentros familiares que resultan inolvidables.

Los padres pretenden extraer en la conversación todo lo que emponzoña la relación familiar en casa, quieren conocer qué es lo que empuja a Claudia a hacer esos comentarios tan ofensivos sobre su hermano, que tan mal ambiente generan e incluso le hacen, por momentos, tener un comportamiento antipático. Asimismo, quieren que Claudia perciba el enorme cariño, la alta estima en la que la tienen y cómo valoran los muchos aspectos positivos que posee.

Ha llegado el momento de hablar. Los padres y Claudia se sientan cómodamente en el salón y comienza la conversación en la que pretenden mostrar empatía a su hija.

Para ello, en primer lugar, hacen visible que son conscientes y entienden el malestar manifestado por Claudia al tiempo que intentarán conocer en detalle los hechos.

-Entendemos que estás molesta por algo que ha hecho Luis: ¿Qué ha ocurrido?

-“Mi hermano pasa de todos nosotros. Va a lo suyo, no se preocupa por nada ni por nadie de la familia. Es un egoísta, y además es el niño bonito de la casa, lo que él dice siempre se tiene en cuenta”.

Los padres, en un ambiente de sintonía hacia ella, intentan conocer con más precisión el hecho.

-Vaya. ¿Qué ha ocurrido para que estés tan molesta?

-No es lo que ha ocurrido ahora, es lo que ocurre y hace siempre, es decir, nada de nada.

Claudia emplea expresiones que generalizan el comportamiento de Luis y no tiene en cuenta otros aspectos positivos de su hermano. ¿Qué es lo que realmente pretende? Claudia quiere sentir que es querida y valorada por sus padres, que sus comentarios son tenidos en cuenta.

Una vez creada la sintonía necesaria para mantener la conversación, los padres buscan el modo de que haya una convivencia feliz, quieren ampliar la perspectiva de su hija formulando preguntas que abarquen de forma objetiva tanto los comportamientos mejorables de Luis como aquellos que son dignos de ser tenidos en cuenta.

-¿En qué situaciones tu hermano se ha comportado así?

Claudia relata varias situaciones en las que ha habido olvidos, descuidos por parte de su hermano y en los que ella sí ha hecho lo que procedía hacer en ese momento.

Los padres escuchan plenamente a su hija, están atentos, sin juicios previos. Claudia siente que sus padres le prestan la atención que necesita, reconocen que esas situaciones se han dado y ahora pretenden ampliar la visión de ella sobre otras acciones de Luis.

-Es cierto que en esas ocasiones ha ocurrido esto, tú has estado y estás ahí, asimismo, ¿en qué otras situaciones, consideras que Luis ha dado la talla?

Claudia, aunque a regañadientes, recuerda otros momentos en los que Luis ha participado y organizado eventos familiares.

Los padres ponen en valor la dedicación de su hija, y esto le hace sentir bien. Juntos ven que hay momentos en los que Luis sí ha estado a la altura de lo deseable y otros en los que no ha hecho lo esperado.

La deseada paz familiar se puede alcanzar. Ante esta evidencia, los padres le preguntan

-¿Cómo te gustaría que se comportara tu hermano en esas situaciones?

-Pues que hiciera como yo, que llame más, que se involucre en la casa, que nos tenga en cuenta…

-Claro. Si lo hiciera ¿tú te sentirías mejor?

-Sí.

-¿Qué podemos hacer para conseguirlo?

-Pues decírselo

-Sí, podemos hablar con él ¿Qué te parece si hablas con tu hermano, le dices cómo te sientes y le planteas algún cambio?

-No creo que sirva de mucho, pero … Bueno, voy hablar con él, a ver si me escucha.

-Seguro que sí.

En Claudia podemos vernos reflejados cada uno de nosotros. Una necesidad insatisfecha, en este caso de reconocimiento, hace aflorar un comportamiento cizañoso que perjudica la relación de la familia y los padres, al reconocer lo bueno que hay en el corazón de su hija, profundizan en las necesidades insatisfechas de la joven y sientan las bases necesarias para restaurar el deseado clima familiar.

Este ejemplo pone de manifiesto la relación de los padres con dos hijos de actitud muy distinta y me trae a la memoria la parábola del “hijo pródigo”, en la que el padre festeja por todo lo alto la llegada de un hijo que se marchó de casa, lo que causa perplejidad del otro hijo, quien no llega a entender la alegría del padre ante el regreso de su hermano y, menos aún, cuando no le muestra agradecimiento por todo lo que hace diariamente.

Esta parábola me hace reflexionar y me pregunto ¿con qué frecuencia se dan en mí los tres personajes?

Por una parte, ¡cuántas veces he sido hijo pródigo!, he cometido errores de difícil perdón humano y, sin embargo, he deseado y pedido segundas oportunidades.

Igualmente, cuantas veces he sentido celos por lo éxitos de otro, por los reconocimientos que recibe. Ese resquemor que me produce ver que le valoran algo que yo estoy haciendo de forma habitual sin que nadie repare en ello, o incluso cómo le quitan importancia a errores que haya podido cometer.

Asimismo, muchas veces podemos vernos en el lugar del padre, ya sea en familia, o bien cuando el cargo profesional o situación así lo requieren, con el poder de premiar o castigar. o incluso desde el mismo rango, perdonar a quien nos ofende o ha cometido un error.

Al igual que en el pensamiento del hermano que se queja al padre en la parábola del hijo pródigo, la cizaña puede dañar el buen trigo que llevamos en nuestro corazón. El tratamiento adecuado, sabiendo esperar el momento oportuno, puede permitir que aflore en todo su esplendor lo bueno que hay dentro de cada ser humano.

Nuestro papel en la vida nos puede poner en distintas situaciones en las que nos invade la cizaña o podemos ser espectadores de cómo les invade a otros. Seguir el mensaje de Jesús de Nazaret para dejar crecer juntos la cizaña y el trigo y, llegado el momento, poder separar con claridad ambos, permite abordar en gran medida las dificultades por muy penosas que sean, y dar el tratamiento empático adecuado en el que se muestran los buenos sentimientos de todos.

Jesús Ciudad Colado

Colaborador COF Triana-Los Remedios