¿Le rezarías a un velázquez?

No digo ponerte delante de ‘Las Meninas’ y musitar un Padrenuestro atropellado mientras una legión de turistas con sus cámaras en ristre, empujón va y empujón viene, te lleva de acá para allá. No tendría sentido. Tampoco, faltaría más, ante el dios Baco en esa composición singularísima que conocemos como ‘Los borrados’. Desde luego que no. ¿Y ante la ‘Adoración de los Reyes Magos’? Dejémoslo ahí.

Entre el no poco revuelo originado con la atribución a Velázquez de un cuadro donado a la Parroquia de la Magdalena de Sevilla, pocos se han parado a pensar para qué se pintó la ‘Inmaculada con el Niño’ que hasta la muerte de su propietaria estaba colgado en el dormitorio de una feligresa.

Ella donó hace más de un año el lienzo al templo donde bautizaron a Murillo y consagraron obispo de Chiapas al dominico Bartolomé de las Casas. Y ahí estaba, en el coro alto, hasta que las televisiones nacionales se han encargado de amplificar la noticia de que los técnicos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico veían factible atribuir el cuadro a Velázquez una vez estudiadas con detenimiento las pinceladas y hasta los pigmentos empleados. Se ha desatado la locura colectiva, sobre todo en una ciudad que puede exhibir muy pocos cuadros de su pintor más universal. El nombre de Velázquez parece haberle dado una nueva luz al lienzo.

Y, sin embargo, hasta la muerte de la benefactora de la parroquia, el cuatro de la Inmaculada cumplía a la perfección el encargo que los comitentes le hicieron a Velázquez: una pintura que moviera a la devoción a la Inmaculada, tema iconográfico tan genuinamente sevillano.

Los cuadros de los museos están ayunos de rezos, como si estuvieran en un fanal para la admiración más que para la contemplación al modo ignaciano, con la que se busca conocimiento interno de Jesús para más amarlo y seguirlo.

¿Y si la próxima vez que pasas por la sala 14 del Museo del Prado te paras a contemplar el ‘Cristo crucificado’ de Velázquez?

Javier Rubio