Madre Belén Soler: “Vivir la vocación es atreverse a amar de forma distinta”

– Valencia (1975)

– Congregación de San José de la Montaña

“Siempre he tenido claro que la finalidad de mi vida tenía que ser vivirla al máximo. No podía consentirme desaprovecharla. Mis proyectos estaban claros y enfocados; soñaba con otra vida. Hay que dejar claro que la vocación a la vida consagrada no se busca. Sale a tu encuentro. Y llegó la llamada como de la nada”, explica madre Belén, de la Congregación Madres de los Desamparados de San José de la Montaña.

“¿Qué vas a hacer con tu vida? ¿A quién se la vas a entregar? Tras muchos intentos de mantenerme firme en mis objetivos e intentar huir y olvidarlo porque no quería admitirlo ni acogerlo era imposible vivir como si no hubiese ocurrido nada en mí; su llamada era constante y fuerte, y exigía una respuesta. Mi sí a su propuesta. Este sí ha sido lo que me ha hecho cumplir mi objetivo y ha dado sentido a mi vida, me ha asegurado vivir mi vida a tope”, afirma.

Madre Belén se considera una afortunada. Ha vivido en Madrid, Barcelona, Málaga y actualmente Sevilla, “con gente única que por mi vocación he conocido. A la que he intentado querer y darme como madre en los hogares de niños, niñas y adolescente que he cuidado y criado”.

Ella fundamenta su alegría y la confianza “en los ratos a solas con el Señor. Me apasiona su Palabra, siempre me dice algo nuevo, me confirma y seduce. Me da paz”.

La inquietante vida de la fundadora de su congregación – beata Petra de San José – con su arrolladora fe y confianza, “me ha enseñado a confiar todo a san José, su padre y protector”.

Sus hermanas también son pieza única en su itinerario de fe. “Su ejemplo desde la vida de servicio perseverante, ininterrumpido y humilde. Su compromiso con él. Sin hacer ruido, desde la sabiduría y sinceridad de la vida compartida”.

Comunión

En los retos del día a día, dentro de su comunidad, en los espacios de oración y vida eucarística, “todo toma forma en la relación con los laicos con los que compartimos codo a codo para salir al encuentro de las necesidades para remediarlas y servir a los menores y adolescentes en protección que atendemos, velando por su presente y futuro a todos los niveles. También en los ratos de risas, paseos y convivencia en los que aprendemos a ceder, dialogar, abrir paso y empatizar. Es lo mejor de nuestra vida”.

Señorío de Jesús

Vivir la vocación, advierte madre Belén, “es atreverse a amar de forma distinta, universal, plural y sin esperar nada a cambio, con un corazón en el que caben muchos nombres. Los de todos los que llegan en los distintos entornos y lugares en los que la misión me lleva. Ellos son la razón principal. Es la certeza de querer vivir lo que el Señor escogió para mí, dando sentido a mi vida entre mis propias inseguridades personales. Optar por tener a Jesús como centro y valor supremo, porque él es el Señor de mi vida”.

Sobre la novedad que descubre diariamente del carisma y la espiritualidad de madre Petra, afirma que ella “amó con amor materno, creativo, convencido y valiente por el otro sin excepción. Amó y cuidó adaptándose a toda circunstancia, a toda persona porque la misericordia le brotaba de su corazón de madre.  Mi identidad es ser madre y hoy es un desafío”, reconoce.

También les diría a aquellas personas que se están planteando su vocación y por temor desisten o posponen iniciar el camino, “que sean valientes, que se dejen vencer por él y su propuesta. Que no se puede huir de su mirada y que cuando se encuentra la vocación a la que es llamado, se encuentra la verdadera alegría; como aquel hombre de la parábola que encontró el tesoro escondido y es capaz de venderlo todo por ese tesoro que es el seguimiento de Jesús”.

Es por ello que “ser seguidor de Jesús es ser Iglesia, significa caminar juntos como enviados, desde el compromiso de servicio, justicia y paz allí donde nos encontramos, acompañando el dolor, ofreciendo una visión de esperanza en la vida cotidiana”.