El viaje a Belén

La semana pasada comenzamos en este blog  una serie de ensayos dedicados a la Navidad. Sus símbolos, significado y los sentimientos que genera son motivo de meditación. En el post anterior nos centramos en la luz de la Navidad y el sentido del belén familiar. En este y los siguientes vamos a pensar juntos en algunos momentos del tiempo que vivió Jesús en torno a la Navidad. Este ensayo lo dedicaremos al viaje de la Sagrada Familia de Nazaret a Belén, un recorrido de Palestina de norte a sur. En los Evangelios Canónicos, este viaje solo queda registrado en el Evangelio de San Lucas. Relata el evangelista que “Por aquellos días sucedió que salió un edicto de parte del César Augusto sobre el censo de todo el imperio e iban todos a empadronarse cada uno a su ciudad”. Relata L. – CL. Fillion en su obra Vida de Nuestro Señor Jesucristo, escrita en 1936, que el objeto del censo tenía carácter recaudatorio por parte de los invasores romanos y perseguía inscribir en registros públicos el nombre, la edad, la profesión, la fortuna y los hijos de los cabezas de familia de una comarca. Como cita Giuseppe Ricciotti en su obra Vida de Jesucristo, de 1944, en Roma se sabía que un censo de un pueblo extranjero constituía una operación peligrosa porque representaba la prueba fehaciente de sumisión de dicho pueblo.

Así pues, por razones del censo también “José subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a la Judea, la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse acompañado de María, que estaba encinta”. Es toda la referencia al viaje en los Evangelios Canónicos. Siempre me llamó la atención la escasa referencia al viaje en dichos evangelios. La razón del viaje fue que José era de la tribu de David y David era de Belén, a Belén tenía que ir a empadronarse. Existe una buena referencia en el libro Vida de Nuestro Señor Jesucristo de Remigio Vilariño S.J. escrito en 1958. José y María habían contraído matrimonio y vivido en Nazaret, de acuerdo con Cardenal Gomá en su obra El Evangelio explicado Volumen I, escrita en 1955.

Con seguridad no fue un viaje fácil, debió ser muy fatigoso para María en su noveno mes de embarazo. No sabemos dónde descansaron las tres o cuatro noches, con seguridad noches frías e inclementes, que duró el viaje, de acuerdo con Giuseppe Ricciotti en la obra citada. Era invierno, un terreno abrupto, rocoso y húmedo, y posiblemente una tierra insegura, no eran tiempos fáciles. José velaba por María y el Dios que estaba por llegar. Belén se encuentra a 775 metros sobre el nivel del mar y presenta un clima mediterráneo con inviernos fríos, y la precipitación, también en forma de nieve, ocurre entre noviembre y enero. Nazaret se encuentra a 400 metros sobre el nivel del mar. La distancia entre Nazaret y Belén es de unos 150 kilómetros, o 120 km, de acuerdo con distintas fuentes y teniendo en cuenta el trazado de los caminos de la época. José y María encinta subieron de Nazaret a Belén en un frío día de diciembre, con seguridad en parte de noche. En su viaje de Nazaret a Belén debieron pasar por Jerusalén, un viaje de unos tres días, el recorrido de Jerusalén a Belén es mucho más corto. Y en este blog hemos citado el libro Los caminos de Jesucristo, de Remigio Vilariño S.J. escrito en 1935, una lección de geografía de los tiempos de Jesús.

¿Por qué no fue solo José a empadronarse? Remigio Vilariño en el libro citado Vida de Nuestro Señor Jesucristo nos da algunas ideas. Quizás María fue por obligación por tener que empadronarse también las mujeres, o quizás José no quiso dejar sola a María. Según la opinión de algunos historiadores, María tenía algunas heredades y, por ello, tenía que empadronarse también por el tema de los tributos que emanasen de ellas, de acuerdo con la obra citada de L. CL. Fillion. José siempre fue el custodio de la Sagrada Familia, actuando siempre como un auténtico padre de familia, cuidando el tesoro que significaba la esperanza de la humanidad que custodiaba. Quizás, como dice Remigio Vilariño, por inspiración del Espíritu Santo. Con total seguridad José no quiso dejar a su esposa encinta sola en Nazaret. Posiblemente, de acuerdo con el mismo autor, el viaje entre Nazaret y Jerusalén debió durar tres días, y tras un breve descanso en Jerusalén, donde visitarían el Templo, recorrieron el breve trecho hasta Belén.

En Belén debieron estar varios días. Es interesante pensar en el origen del buey y la mula que la tradición ubica en el portal, y que todos ponemos en nuestros belenes familiares cada Navidad. Ambos animales desatan el interés de los niños. De acuerdo con Remigio Vilariño, y citando los Ejercicios de San Ignacio, manifiesta que “María caminaba asentada en una asna y llevaba un buey para pagar el tributo en Belén”. Tiene sentido que, de acuerdo con la tradición, Jesús estaba entre dos animales recién nacido, un buey y un jumento.

El Evangelio debe inspirarnos para nuestra acción diaria, incluso en el marco de nuestras limitaciones e imperfecciones, o quizás debido a ellas. Esta inspiración nos puede ayudar a interpretar y analizar los sucesos de nuestros tiempos. Cuando pensamos en el viaje de la Sagrada Familia de Nazaret a Belén, con las tribulaciones que debieron vivir los días que duró, no podemos olvidar a las familias que se mueven actualmente desde Oriente Medio a Europa o desde África a Europa buscando una vida mejor o quizás una vida que vivir. Muchas familias están pasando duros inviernos sin medios y frenados por vallas y concertinas, con las armas, porque el mundo no sabe gestionar la globalización, un eufemismo de la ambición sin límites y el desapego por las personas.

José protegió a su familia en su viaje desde Nazaret a Belén, ¿por qué no nos protegemos más los unos a los otros? Los Evangelios están llenos de luz al respecto y los relatos del tiempo de Navidad que encontramos en ellos son una fuente muy rica de enseñanza.

Manuel Enrique Figueroa