Serie Fratelli tutti: una nueva oportunidad para el análisis y la acción (I)

Nuestro mundo está lleno de buenas intenciones, pero también de malas intenciones. Nos centraremos solo en las buenas.

En el año 2000, se elaboraron los Objetivos del Milenio por la Organización de Naciones Unidas (ONU), la verdad sirvieron para poco, ya que el mundo ha ido a peor. Las organizaciones internacionales, como la ONU, generan  este tipo de aproximaciones y se siente felices con ello. Pero como no hay marcada ninguna obligatoriedad ni control no se consigue mucho. Todo queda a la buena o mala voluntad de los países. Recordemos el fraude del Acuerdo de París sobre el cambio climático, con su consolidación como nada en la Cumbre de Madrid de 2019. Ahora tenemos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU como objetivo para 2030. ¿Se conseguirá algo? O estamos de nuevo ante buenas intenciones sin futuro. Se habla de la nueva visión del mundo tras la COVID-19, y se nos dice que hemos aprendido y que a partir de ahora generaremos una sociedad más justa.

¿Alguien se cree esto? Nos podemos plantear qué podemos hacer los católicos. Somos muchos, según la estadística oficial 1.313.278.000, pero la esfera de influencia, lo que yo llamo la catolicosfera, es mayor. Podemos contribuir a cambiar muchas cosas si no olvidamos el Evangelio, el Buen Evangelio de Jesús en nuestra vida diaria, como personas, trabajadores, profesionales, financieros y políticos, y dos estos últimos deberían pensar especialmente en ello ya que tiene el poder.

El Papa Francisco nos ha movido la conciencia, o lo ha intentado, en diversos documentos. Recordemos La alegría del Evangelio Evangelii Gaudium en 2013, un claro aviso del Papa sobre la economía y la sociedad. O también Sobre el cuidado de la casa común Laudato si´, de 2015, en un mensaje muy explícito sobre los que hacemos con el planeta y sus consecuencias. Desde el primer documento indicado han pasado siete años y desde el segundo cinco años, ¿ha mejorado el mundo? Evidentemente no, los indicadores son muy evidentes. ¿Porqué no influyen suficientemente estos excepcionales documentos del Papa Francisco en la transformación de una realidad concreta, de un mundo de relaciones materiales injusta?. El espectáculo mundial de la COVID-19, el mundo como gran negocio, es un ejemplo claro.

Llevar a la práctica los mensajes del Papa Francisco, a nivel local y global, cambiaría sin ninguna duda la situación del planeta. ¿Por qué los que dirigen el mundo no los hacen suyos si son un ejemplo de equidad y justicia social y ambiental? Pero no importa, el Papa Francisco, a pesar de opiniones en contra, seguirá velando por el planeta y sus criaturas. Solo hace falta que lo escuchemos y llevemos a la práctica su mensaje en nuestra vida, más los que controlan el poder y la economía.

La nueva Carta Encíclica Fratelli TuttiSobre la fraternidad y la amistad social’ de 2020, firmada en Asís, es la última aportación del Papa Francisco a la transformación positiva del mundo. Son bonitas las palabras del Papa: Fraternidad y amistad social. La palabra fraternidad ha unido siempre a muchas personas de ideologías muy diversas. Andrea Ricardi, Presidente de San Egidio, ha dicho en relación con la Encíclica: El mundo global ha unificado la economía pero no hay un horizonte común (Alfa y Omega, 1183). Dice el Papa en el primer párrafo de la Carta Encíclica, Fratelli tutti escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio.

El nuevo documento del Papa Francisco debe ser leído y meditado por todos. Considero que es el documento social y económico, a nivel conceptual, más relevante del momento, donde escuchamos palabras vacía de personas en las cree cada vez menos gente. En un mundo lleno de incertidumbre, miedo y desapego, el Papa da luz y esperanza. El Papa Francisco nos pide reconstruir el sentimiento de pertenencia a una misma humanidad. Recurre el Papa a la bella parábola del Buen Samaritano para invitar a toda la humanidad a rehacer una comunidad a partir de personas que hacen propia la fragilidad de los demás. Debemos contribuir como católicos a que esta comunidad sea cada vez más extensa. A este documento vamos a dedicar varias portaciones a este blog con la esperanza de que la Carta Encíclica sea leída, divulgada y llevada a la acción en todas las facetas posibles de la vida.