Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia (B)

Lectura del santo Evangelio según Lucas (10, 13-16)

«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que, en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿te vas a encumbrar hasta el cielo? ¡Te precipitarás en el infierno! Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

Comentario

Quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado

Las ciudades del mar de Galilea habían sido testigos privilegiados de la acción de Jesús predicando, sanando y curando. Pero esos hechos milagrosos no conmueven a sus habitantes. Presumiblemente, el envío de los 72 del que nos hablaba el Evangelio de ayer no había dado los frutos apetecidos y ambas poblaciones se obstinaban en su cerrazón. La admonición es grave, severa: nada menos que se las compara con Tiro y Sidón, que son ciudades fenicias con las que los judíos comerciaban pero cuidándose mucho de no dejarse contaminar por su politeísmo y sus prácticas contrarias a la ley mosaica. Es algo así como la advertencia que lanza Jesús en otro momento de que las prostitutas van por delante en el camino hacia el reino de Dios. Cafarnaún, la ciudad de las caravanas a orillas del lago Tiberiades, tampco sale bien parada. Jesús las condena con vehemencia, pero no por un deseo de honor a él debido, sino porque el rechazo a los enviados implica correlativamente un rechazo a quien los ha enviado. Es, en última instancia, un pecado contra la voluntad de Dios negarse a la conversión, el primer paso para volverse hacia el Padre y cumplir su voluntad.

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