San Juan de Ávila, memoria obligatoria (A)

Lectura del santo Evangelio según san Juan (15, 1-8)

Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante

La bella metáfora de la vid no era ajena al mundo simbólico semítico contenido en el Antiguo Testamento. Jesús establece una parábola sencilla de entender: Dios Padre es el viticultor que cuida la viña, él mismo es la vid que se reduce a la mínima expresión en invierno y sus discípulos son los sarmientos que crecen en primavera y se cuajan de uvas durante el verano para la vendimia otoñal. Cualquier agricultor sabe la importancia de la cepa y de podarla bien para que remeta con fuerza. Jesús es la pura cepa en que somos injertados por el bautismo. Y con su sangre vivificadora como savia, el neófito da fruto. Dios se encarga de extirpar el pecado y podar el alma para purificarla y que el fruto sea todavía más abundante. En todo el comienzo del capítulo 15 del Evangelio de San Juan, la palabra clave es la permanencia, se repite hasta en siete ocasiones en diferentes formas verbales. El seguimiento de Cristo implica convertirse en sarmiento podado por la voluntad divina para dar frutos de conversión. La poda implica sufrimiento pero sólo cuando se mira a este padecimiento y se trasciende para caer en la cuenta de que Dios quiere sacar un fruto espiritual mayor se puede llegar a aceptar con libertad de espíritu.

 

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