Jueves de la XV semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (11, 28-30)

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Soy manso y humilde de corazón.

A los agricultores y ganaderos de Galilea y de Judea les sonaría muy familiar esa forma de expresarse y la entenderían con una claridad que a nosotros nos resulta lejana y pretérita. La imagen del yugo es muy sugerente porque implica necesariamente dos animales de tiro para uncirlos y que apliquen el esfuerzo de manera conjunta. Un yugo demasiado pesado sobrecarga a las bestias y hace insoportable la carga. Pero el yugo al que se refiere Jesús es llevadero y la carga, ligera. Por qué dice eso. No dice que él sobrellevará nuestras cargas y que pasaremos por esta vida como quien da un paseo, sin ningún peso que transportar. Hubiera sido una cruel mentira porque la vida de cada quien está llena de pesos muertos que hay que trasladar para seguir adelante. Cada cual sabe cuál es el suyo. Sin embargo, Jesús se ofrece en el Evangelio de hoy a uncirse a cada uno de nosotros y a tirar ambos de esa carga que en soledad se nos hace insoportable. Por muy pesada, dolorosa o insufrible que nos parezca, uncidos al Señor encontramos el punto de apoyo para arrastrar pesos agobiantes y tareas extenuantes, sean cuales sean.

 

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