XXI Domingo del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según Juan (6, 60-69)

Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

Comentario

El final del discurso sobre el pan de vida nos ofrece el primer momento dramático del fracaso del anuncio de Cristo. Sus palabras son consideradas como “duras” y no logran convencer, provocando que muchos dejen de seguirle. Él sólo había dicho que “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). ¿Qué hay aquí de duro?

La palabra griega que califica el discurso de Jesús es sklerós (“duro”), término que remite a algo que ofende y engaña, porque se esperaba una cosa y se ha encontrado otra. Ellos seguían a Jesús porque “querían hacerlo rey” (Jn 6,15) y posiblemente ser “los más cercanos” de este Mesías. Pero Jesús les hace comprender que se trata de un Mesías bien distinto. El discurso de sobre el pan de vida, habla de un cambio en el hombre que al unirse a Jesús (“quien come mi carne”) llega a ser como él, un don en manos de los hombres. Se recibe así el don divino que convertirá al hombre en don de sí para los demás.

¿Acaso también vosotros queréis iros?” (Jn 6,67). Cristo mira a la gente que se va y lo siente en el alma, ¿nadie entiende para qué ha venido? Él no ha venido a enseñar una doctrina, sino a dar la vida, carne y sangre para la vida del mundo. El Señor nos da su vida y luego nos enseña a vivirla; y lo realiza haciéndose comida para que nosotros la podamos asimilar.

Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Este es el único comportamiento que permite acercarse a Jesús, ya que no puede ser reconocido a distancia, sino desde la abierta confianza. Pedro define a Jesús desde su relación con el Padre “tú eres el Santo”. “Santo” es lo que pertenece a Dios. Si Jesús es el Santo de Dios, esto quiere decir que él pertenece totalmente a Dios y que está plenamente unido a él. El modo de esta unión quedará precisado después: Jesús es el Hijo de Dios. En su confesión, Pedro subraya el elemento decisivo y fundamental: la relación de Jesús con Dios, la total pertenencia de Jesús a Dios. Por esto es por lo que Jesús tiene palabras de vida eterna y por lo que resulta insensato alejarse de él.

Para profundizar:

  1. La falta de fe en Jesús provoca el rechazo y la desconfianza en Él. ¿Qué dificultad tengo para aceptar las palabras que me propone Jesús?
  2. En el vocabulario bíblico “servir” significa adherirse libre y gozosamente al Dios verdadero, renunciando al culto idolátrico. Significa aceptar solamente su propuesta. Significa amarlo con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas (cf. Dt 6,5).
  3. El ideal cristiano consiste en ACOGER el amor de Cristo por la Iglesia. Acogiendo el amor que procede del corazón traspasado de Cristo sabremos vivir nuestras relaciones con toda la generosidad que nos inspira el Señor.

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