Miércoles de la 12ª semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según Mateo (7, 15-20)

Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.

Comentario

Por sus frutos los conoceréis
Las palabras semejan las flores de un árbol: son hermosas y deslumbrantes unas; recatadas y diminutas, otras; pero todas atraen por lo que se ve de ellas. Cumplen su función. Pero las obras son los frutos: carnosos, dulces, jugosos, refrescantes, apetecibles… Aquí Jesús previene contra la incoherencia de quien presenta unas palabras bellísimas, despampanantes, pero unos frutos raquíticos, amargos y secos. Está alertando a sus discípulos precisamente contra el riesgo de quedarse sólo en las palabras, en una brillante disertación que conmueva los corazones, pero que luego no dé paso a una acción regida por el amor hacia el prójimo. Esos son los lobos con piel de corderos: los hipócritas que dicen una cosa y hacen otra. La propia botánica se encarga de certificar la interpretación que hemos hecho: si la flor, con sus pétalos coloridos, no logra que algún insecto la polinice, morirá sin dar fruto y se habrá consumido en su esterilidad. Cuántas veces nuestras hermosas palabras de ánimo o de conmiseración hacia el que sufre están vacías de frutos tangibles, de amor puesto por obra y no de boquilla.

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