¿Recuerdas cuándo fue la primera vez que rezaste el rosario en tu vida?

Era el mes de mayo y hacía mucha calor; llevábamos el uniforme y eran las tres y media del mediodía; la iglesia del colegio se llenaba con todas las alumnas y las hermanas de la Caridad nos guiaban en el rezo del Santo Rosario.

En el triduo de la Virgen de La O, no recuerdo cuando me ofrecieron por primera vez (quizás me ofreciera yo…) a rezar el rosario (¡yo sabía! Me habían enseñado las monjas) …

Puede que, en tu familia, tu abuela, te enseñase a rezarlo, a ponerte delante de aquella imagen portátil que iba de casa en casa, para pedir por algún familiar o vecino enfermo.

Mi querido Ramón Martín Cartaya nos contaba que, de camino desde su casa, en el centro de la ciudad a la calle Castilla, iba rezándolo con su mano metida en el bolsillo de la chaqueta y que sabía de personas que les parecía antipático porque no nos saludaba…él iba rezando el rosario.

Todos a los que nos enseñaron a rezar el rosario, hemos recurrido a la Virgen en momentos de urgencia, dolor, pena, acción de gracias, y cuando lees la historia de la Virgen del Rosario y de cómo se propagó la costumbre del rezo de esta oración, que, repitiendo padrenuestros y avemarías, te hace reflexionar y encontrarte con el Señor, te maravilla la grandeza y los milagros que la Virgen ha realizado a lo largo de la historia.

En nuestras manos continúa la posibilidad de que Ella siga poniendo su mano en nuestras vidas. Solo tenemos que rezar el rosario de forma consciente y tranquila, dejando que cada misterio cale en nuestra cabeza, en nuestro corazón, en nuestro ánimo. Sin prisas, parándonos en cada misterio (consultad la encíclica Rosarium Virginis Marie de San Juan Pablo II). Sintámonos cómo de la mano de la Virgen nos acercamos al nacimiento, Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo. El resto lo pondrá Ella, la Virgen del Rosario que nunca nos dejará solos.

En Sevilla capital y toda nuestra provincia, tenemos muchísimas oportunidades de vivir en comunidad esta experiencia de encontrarnos con Dios, a través del rezo del Santo Rosario. Este mes de octubre, en particular el día 7, en el que celebramos la fiesta de la Virgen del Rosario, ofrezcámosnos a seguir enseñando a nuestros hijos, familiares y amigos a rezar como nuestros mayores hicieron con nosotros y sigamos llevando esta oración a todos los que no la conozcan o no tengan por costumbre rezarla. El papa Francisco nos ha convocado especialmente en este mes a dedicarlo a rezar por la Iglesia.

LA DEVOCIÓN A NTRA. SRA. DEL ROSARIO EN SEVILLA

Desde el 7 de octubre de 1571, el papa San Pío V, instituyó la celebración de la fiesta de la Virgen del Rosario, que protegió las tropas cristianas obteniendo la victoria en la Batalla naval de Lepanto (1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario.

La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la Pasión y la Gloria de la Resurrección del Hijo de Dios.

La advocación de la Virgen fue introducida por Santo Domingo de Guzmán, dominico, devoción muy extendida y querida por los fieles, que ha inspirado a numerosos escultores y pintores sevillanos, estando presente en la catedral y en muchas iglesias de la ciudad.

La orden dominica fue la que propagó la devoción a Ntra. Sra. del Rosario, ya que tenían el encargo por su fundador de dar a conocer el rezo de esta oración.

En Sevilla, después de la epidemia de peste de 1649 empezaron a celebrarse rosarios públicos, y el dominico Pedro Santamaría de Ulloa, propagó la devoción y se fundaron cofradías nacidas de congregaciones marianas o asociaciones de fieles dedicadas al ejercicio del rosario que fructificaron en hermandades de gloria creadas bajo la advocación a la Virgen del Rosario y se realizaron numerosas imágenes de vestir de la Virgen del Rosario.

María Carmona.

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