SAN ANTONIO MARÍA CLARET: ENTREGADO MISIONERO

San Antonio María Claret es un santo que si lo nombramos, resulta conocido por su apellido, pero si preguntamos por él, más allá del colegio y de su faceta de confesor de la Reina Isabel II, no se sabe más. Incluso pueden sorprender aspectos de su biografía tan poco conocidos como que fue Arzobispo de Santiago de Cuba o los miles de kilómetros que recorrió a pie y a veces solo, predicando, escribiendo y animando la fe, contra viento y marea, pues tenía todas las adversidades de cara.

Hoy es la festividad de San Antonio Mª Claret y en todo el mundo claretiano se celebra con gozo. Pero además, hoy se conmemora el 150º Aniversario de su muerte, así que es el mejor momento para conocer aún más a este santo español que recibió de Roma el título de Misionero Apostólico.

Nace en 1807 en la localidad barcelonesa de Sallent en el seno de una familia cristiana vinculada a la fabricación textil (patronazgo que ejerce en la actualidad). Esa dedicación laboral le marca en su juventud lo que le hará conectar, ya como sacerdote, con la hornada de obreros a los que predica. Cuando manifiesta deseos de ser sacerdote, su padre le inscribe en una escuela pero el seminario es cerrado por lo que se coloca en Barcelona en una fábrica textil con 17 años. Finalmente puede ingresar en el seminario y dada su buena disposición y aptitudes es ordenado sacerdote cuatro años antes de lo previsto. Es un adelanto providencial pues poco después, las nuevas leyes prohibirán las ordenaciones.

A continuación en su biografía destacan diversos momentos en los que se aprecian los designios divinos pues, cuando Claret se da cuenta que su vocación no es parroquial sino misionera y marcha a Roma con ardientes deseos de ofrecerse a cualquier misión, al ser verano, no encuentra la oportunidad y cuando es admitido en la Compañía de Jesús, cae enfermo.

Es a partir de 1841 cuando emprende la que será la tarea a la que se entrega con mayor empeño y especial celo. Recibe de Roma el título de Misionero Apostólico lo que le caracteriza en la línea del pensamiento de San Cipriano: “No puede tener a Dios por Padre el que no tiene a la Iglesia por madre”. Así, los claretianos llevan impreso en su acción evangelizadora, el sello de la “eclesialidad”, en palabra del claretiano P. Carlos Martínez.

Otro rasgo de su actividad misionera es que se trata de una misión compartida. Aunque Claret marche solo, trata con infinidad de religiosos y religiosas, y además muchos de los seglares con los que trata serán, precisamente, futuros miembros de órdenes de la Iglesia o incluso fundadores. Es interesante ver la relación que mantuvo con el dominico exclaustrado San Francisco Coll Guitart (fundador de las Hermanas Dominicas de la Anunciata), con Santa Joaquina de Vedruna, a quien asesoró en la consolidación del Instituto de Carmelitas de la Caridad o con Santa María Micaela del Santísimo Sacramento (fundadora de las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la caridad) a quien dirigió espiritualmente.

San Antonio Mª Claret en su incansable labor misionera, no solo predicaba y escribía la mayor parte del tiempo, también fundó numerosas asociaciones, editoriales, se preocupó enormemente de la formación del clero o de las mujeres que no podían ingresar en un convento pero querían llevar una vida religiosa y su experiencia. Una de sus obras más populares es el devocionario “Camino recto y seguro para llegar al cielo”.

Tuvo graves dificultades para sortear el anticlericalismo imperante pero siempre encontraba el modo de predicar, atrayendo a grandes multitudes a las que hablaba desde plazas abiertas.

En 1847 se traslada a Canarias donde recibe el calor de la gente que le apoda el “Padrito”. Actualmente es el copatrono de esa diócesis.

Regresa a Cataluña y el 16 de julio de 1849 funda la orden Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Cordis Mariæ Filius, CMF), conocidos como Misioneros Claretianos. En su Autobiografía, les obsequia con la definición de

“(494) Yo me digo a mí mismo: Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo  el fuego del divino amor (…)”

Amor y ese “por todos los medios” son signos distintivos del carisma claretiano.

El 6 de octubre de 1850 es consagrado Obispo en la Catedral de Vich y recibe el nombramiento de Arzobispo de Santiago de Cuba donde estuvo entre el 16 de febrero de 1851 y el 25 de mayo de 1857. Se encontró una isla abandonada en todos los sentidos y su ingente labor se diversificó en lo social – protección de los esclavos y de la población indígena – y económico – fundando cajas de ahorro, por eso es el patrón de las mismas – además de intentar reconstruir seminarios, parroquias y atraer a otras órdenes religiosas. Con la madre Antonia París funda en 1855 la Congregación de Religiosas de María Inmaculada

Al día siguiente de retornar a España, recibe el encargo de la reina de ser su confesor. Obedece, pese a sus reticencias de mezclarse con la política, con la condición de vivir fuera de palacio y disponer de tiempo para sus obras.

Lleva las misiones en el alma por eso no se concibe la vida de Claret sin las mismas pese a ejercer cargos oficiales y digamos que, importantes.

Participó en el Concilio Vaticano I y muere el 24 de octubre de 1870 en el exilio, en tristes circunstancias bajo acusaciones políticas. Fue beatificado en 1934 y canonizado en 1950, así que se conmemoran 70 años. El año pasado se estrenó la película “Pobre y a pie” sobre su vida.

Octubre, mes misionero, se abre con Santa Teresita del Niño Jesús, Patrona de las Misiones, y acoge el día de este gran misionero, que nos dejó esta sencilla plegaria:

Señor y Padre mío,

que te conozca y te haga conocer.

Que te ame y te haga amar.

Que te sirva y te haga servir.

Que te alabe y te haga alabar

por todas las criaturas.

Amén

Virginia López

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