Manuel Camacho Quijano, nació el 20 de agosto de 1998 en San Fernando, Cádiz.
Del surgimiento de su vocación fue consciente en el verano de 2027. “El Señor se fue ‘insinuando’ poco a poco, aprovechando las dos peregrinaciones que viví en esos meses: Roma y Santiago de Compostela».
En Roma, durante una eucaristía en la tumba de san Juan Pablo II, visualizó que todo en mi vida era don de Dios (familia, estudios, trabajo, amigos, deporte…) “Todo lo había recibido de Él, todo era suyo. Apareció en mi una fuerte certeza de agradecimiento, aunque no sabía bien en qué debía concretarla”, afirma.
Pero, “la respuesta llegó semanas después, peregrinando a Santiago de Compostela con mi comunidad del camino Neocatecumenal. Coincidió que, mientras yo me preguntaba qué quería Dios de mí, en aquel viaje se comenzó a hablar de la llamada de Dios al presbiterado y el grupo pre-vocacional que comenzaría ese mismo año. Esas palabras, potenciadas por las experiencias vividas, calaron hondo en mí y me dieron el impulso para dar un pequeño ‘sí ‘, una oportunidad al Señor”.
En este sentido, destaca que el fundamento de su fe tiene sus orígenes en el ambiente familiar, tanto el amor que mostraron sus padres, como el fervor espiritual de su abuela. Posteriormente, pudo afianzarme en la fe recibida gracias a la vivencia en comunidad a través del Camino Neocatecumenal. “Finalmente, Dios me ha regalado la cercanía de muchos sacerdotes con gran celo y santidad, que me han ayudado y guiado en los momentos clave de mi vida”.
Centralidad de la Eucaristía
Manuel Camacho reconoce que la Eucaristía es el centro de su vivencia espiritual, “que posteriormente se desarrolla a través de la liturgia de las horas. Además, semanalmente participo de una celebración de la Palabra con mi comunidad, momento de hacer un alto en la semana y compartir sufrimientos y alegrías”.
Al concluir la tanda de Ejercicios Espirituales previos a la ordenación, ha confirmado que «el sacerdocio es un riesgo, una aventura, en la que solo Cristo nos puede capacitar para vivir, pues nos contagia de ese amor suyo hasta el extremo. En ese sentido encaja perfectamente la máxima del Cura de Ars: ‘El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús’”.
“Este mismo amor contagioso – añade – es el que estamos llamados a dar. Concretamente, este año he encontrado muchas posibilidades a través de las redes sociales para suscitar interés en este sacramento admirable. Esta idea el recibí de numerosos sacerdotes estadounidenses que han estado compartiendo los actos del gran congreso eucarístico que han celebrado en el estado de Indiana”.
Pastoral parroquial
Durante los años de seminario ha participado de actividad pastoral principalmente en la Parroquia de San Roque (Sevilla), San José (El Cuervo) y, seguidamente, realizó un año de experiencia misionera en la República Dominicana.
De la Parroquia de San Roque, ¡lugar donde ha crecido su vocación, “destacaría la relación con jóvenes y adolescentes, que me ha ayudado a ver un sentido y un fruto inmediato de los estudios que iba realizando! ¡Cuántas inquietudes tienen los jóvenes! El momento más especial con ellos fue la última JMJ en Lisboa”.
Ordenación diaconal
Manuel Camacho reconoce que “sin restar valor a la ordenación sacerdotal”, vive este momento “como un gran punto de inflexión. Recibir una misión pastoral, enfocar todas mis energías, tiempo, capacidades… todo en bien de la Iglesia y la parroquia que nos sea encomendada. Todo esto crea en mí una gran ilusión, y soy consciente de que será un paso muy marcado”.
Aunque son muchos los pasajes bíblicos que le han acompañado y sostenido hasta hoy. En los últimos ejercicios realizados a resonado con fuerza la vocación de los primeros discípulos, especialmente el Duc in altum de Cristo a Pedro.
“Hoy día me quedo con la cita que he escogido junto a mi familia para el recordatorio de la ordenación diaconal: ‘Vuestra fuerza está en confiar y estar tranquilos’ (Is. 30, 15)”.
Respecto a los santos, tuvo un fuerte impacto en él la vida y obra de san Francisco de Asís. “El simple hecho de visitar su tumba y conocer las líneas centrales de su vida bastó para sacarme de mis comodidades y ponerme en actitud de servicio en mi familia y en mi parroquia. Por otro lado, no puedo dejar de mencionar la figura de san Juan Pablo II, en los orígenes de mi vocación y también después, al profundizar en su pensamiento durante los estudios teológicos”.
¡Me encanta mi heredad!
Últimamente reza mucho con los salmos, “son palabras más acertadas que las mías”, añade. “Los ejercicios espirituales me han ayudado mucho en esto. Encuentro una y otra vez el salmo 15 en este tiempo, y creo que mi sentimiento de agradecimiento se identifica perfectamente con él: «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi vida está en tu mano, ¡me ha tocado un lote hermoso! ¡Me encanta mi heredad!»