Tiempo de Pascua, tiempo de alegría y esperanza

“He muerto y he resucitado” – dice una antigua canción de Los secretos-. Y eso exactamente es lo que experimenté esta Pascua, redondeada con un curso de retiro de dos días en Los Álamos (Sanlúcar la Mayor). Un curso pegado al Evangelio que el sacerdote siguió paso a paso, como Sherlock Holmes tras las huellas del Señor.

Arrancamos de la conversión tumbativa de Saulo de Tarso que se convertirá en Pablo, pilar intelectual de la naciente Iglesia abriendo los ojos a una realidad que le endiosará (no cambian las cosas, sino la manera en que tú las ves). Para retroceder, a continuación al desconcierto de los discípulos de Emaús, desolados de camino a casa tras lo que consideran el fracaso final de su ilusionado proyecto: la muerte de Jesús, su salvador. Aquí viene mi primera recomendación de hoy, el libro de Jesús Higueras, El regreso de Emaús (2020), en 19 cortos capítulos que glosan la parábola: “Cuando vienes cansado”, “No tema”, “Ámale y apasiónate por Él”, “Por caminos de oración”, ”Que seas Eucaristía”… Higueras es un sacerdote de la iglesia de Caná en Pozuelo, famosa por su afán apostólico, su apertura a los carismas y su atracción de la gente joven. Y para ellos –para ti también, nunca es tarde para un encuentro con Jesús resucitado- recoge Higueras estas meditaciones cuyo sello es la oralidad y que nos abren caminos insospechados. Porque Dios está junto a ti de continuo, sin interrupción. Y como los discípulos de Emaús que, fascinados le agarran al vuelo (“Quédate con nosotros”), haz la experiencia de caminar junto a Él; y así podrás compartir su pregunta: “¿No ardían nuestros corazones mientras nos explicaba las Escrituras?”.

En mi retiro, se abrió después un amplio espacio (tres meditaciones) a la parábola del hijo pródigo. Ese padre te deja libre, pero sufre si te equivocas (el pecado es un suicidio, una ofensa a Dios y a ti mismo que pierdes la alegría) y, ansioso, corre a echarse al cuello del hijo perdido y se lo come a besos cuando vuelve. ¿Quién no ficharía por un Dios así? El hijo pasa del amor interesado al dolor de amor, una auténtica experiencia que hay que hacer, aprender a dar gracias y amar al Padre: eso es el sacramento de la confesión, cuyas partes constitutivas (examen, dolor de los pecados, propósito de enmienda…) vemos reflejadas en la parábola. Ese Padre, que es Dios misericordioso, te eligió con nombre y apellido antes de la creación del mundo. Y es un buen guionista de tu historia, más allá de males aparentes. En consecuencia, no seas como el hijo mayor: cumple pero no ama, es duro con los demás y consigo mismo, se autoexcluye del amor paterno y se deja llevar por la tibieza, el descuido de las cosas pequeñas. Peor aún; es incapaz de pensar en los demás, no sabe nada de las obras de misericordia… Y aquí encaja mi segunda recomendación de lectura: El regreso del hijo pródigo, escrito por el holandés Henri J.M. Nouwen ante el cuadro homónino de Rembrandt (1662). El autor pasa horas, días sentado ante el impresionante y bellísimo cuadro del pintor judío en el Hermitage de San Petersburgo y sabe extraer del lienzo los pensamientos y motivaciones de los dos hijos y su padre. El índice lo deja claro: el hijo menor, el hijo mayor, el padre; y apuesta en la conclusión por convertirse en padre. Es un libro sosegado, denso; aun así se lee muy bien y tiene la capacidad de hacerte sentir reflejado en cada uno de sus tres personajes.

Vuelvo a mi experiencia de retiro. La parábola de los talentos dio para mucho: ¿qué tienes que no hayas recibido? Tu libertad es una libertad situada. Y hay que producir y no enterrar el talento por miedo, o pereza. Es la única manera de entrar con alegría en el cielo. Una doctrina corroborada en la parábola de las vírgenes necias y prudentes, o en la de los obreros de la viña, del buen ladrón... Porque al atardecer de la vida te examinarán en el amor –como dice Pablo-. Y al que tiene se le dará porque este mundo continua en el otro; lo que aquí construyas lo recogerás en el cielo. Y ¿cómo construir la felicidad? El código está en las bienaventuranzas, tan paradójicas como verdaderas para quien ha experimentado algo de ellas. ¿Encuentras tiempo para Dios, para tu familia, para los demás? ¿Qué tiene la santidad que pasa desapercibida, pero derrama felicidad en torno?

La última Cena, en que el Señor lava los pies a sus discípulos (un oficio propio de esclavos, que escandaliza a Pedro) muestra hasta qué punto el Señor “te amó hasta el extremo”, porque el amor son obras. Solo sintiéndote hija de Dios a quien el Padre ha confiado a los hombres, podrás servir. Y la Pasión es un punto y aparte como modelo. Un servicio amoroso llevado hasta el extremo… Ahora te toca a ti: solo sintiéndote hija de Dios podrás con la tarea, apoyada en ese pan del cielo, que es la Eucaristía, suprema donación. No puedes guardarte, te perderías y de ahí el sentido de la mortificación voluntaria, donde resulta más fácil convertir el dolor en amor, orar con los sentidos.

El Evangelio es tan rico… que un curso de retiro se hace corto. Pero es un punto de partida al alcance de todos y te enfoca hacia la felicidad ya en esta tierra. Por eso, recordando las “versiones a lo divino” de la poesía amorosa que hicieron los grandes poetas de los Siglos de Oro, vuelvo a Los secretos; aplico esta canción de amor humano al Señor resucitado y le digo: “Ya lo he pensado , yo sin dudar vuelvo a tu lado. Que yo he soñado con otra vida, con otro mundo, pero a Tu lado”…¡Siii!!!. Siempre a Tu lado. Porque ya no persigo sueños rotos.

María Caballero


 

Jesús HIGUERAS, El regreso de Emaús, Madrid, Patmos, 2020.

ISBN: 978.84.321.5289-4 (versión impresa); 978.84.321.5290.0 (versión digital)

Henri J.M. NOUWEN, El regreso del hijo pródigo. Meditaciones ante un cuadro de Rembrant. Trad. Madrid, PPC, 2005.

ISBN: 978-84.288.1151.4

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