Viaje al cuarto de una madre

La sevillana Celia Rico Clavellino estrenó el pasado 5 de octubre una pequeña pero interesante película, que previamente había ganado el Premio de la Juventud en el Festival de San Sebastián y que ha conseguido cuatro nominaciones a los premios Goya. Lo de pequeña no hace referencia a la calidad técnica. Es más bien cuestión de presupuesto y de intenciones, porque Viaje al cuarto de una madre, que así se titula el primer largometraje de Celia Rico, es una cinta minimalista, de gestos, miradas, silencios elocuentes y emociones contenidas.

Escrita por la propia directora y filmada prácticamente en interiores (cocina, sala de estar, cuarto de costura y dormitorio), la película se centra en la relación entre Estrella (Lola Dueñas) y su hija Leonor (Anna Castillo), mientras planea sobre ellas el recuerdo permanente del esposo/padre fallecido. Viven en una pequeña localidad sevillana, donde las posibilidades laborales para los jóvenes son escasas y buscar trabajo en el extranjero se presenta como una buena opción. Y eso es lo que decide Leonor. Pero madre e hija están muy unidas y tendrán que lidiar con sus propios fantasmas para asimilar las nuevas circunstancias.

Viaje al cuarto de una madre es de esos filmes en los que aparentemente no pasa nada. O, mejor dicho, en los que todo pasa por dentro. Los conflictos son sencillos, cotidianos, y no hay muchos puntos de giro en el guión. Sin embargo, hay dos actrices formidables y creíbles, que logran meter al espectador en esas “tuberías del alma” de las protagonistas. Los diálogos son concisos, porque a Celia Rico le interesan también los sobreentendidos, lo que no se dice pero se puede intuir o admite varias interpretaciones. Y donde los objetos ordinarios adquieren relevancia: la máquina de coser, las tijeras, el dedal, el hilo, la plancha…; y el bocadillo, la tortilla de patatas, el jamón…; y el móvil, las series de televisión, la estufa de gas… Todos muy bien captados por la fotografía de Santiago Racaj.

Es cine sin artificio, minoritario, pausado, donde el tiempo pasa entre costuras y conversaciones. Pero también cine honesto, auténtico, con un punto de melancolía que no excluye la esperanza, y donde el cariño y la generosidad se erigen como poderosos aliados para superar las diferencias, las pérdidas, las necesarias separaciones… Un buen debut de una directora de la tierra a la que convendrá seguir la pista.

 

Juan Jesús de Cózar

Post relacionados