¿Cuáles son los signos de la Pascua?

¿Cuáles son los signos de la Pascua?

Durante este tiempo que prolonga la alegría de la resurrección hay algunos signos que nos ayudan a vivirlo mejor. La característica más destacada de este tiempo litúrgico es la alegría. La música, el canto, las vestiduras, las lecturas y otros textos, todo en él está orientado a expresar los sentimientos de júbilo. Encuentra su punto culminante en la aclamación «Aleluya», que se repite constantemente en las celebraciones.

En la noche de Pascua, el sacerdote o el diácono la entona tres veces, y el pueblo la repite. Es el heraldo de la buena nueva de la resurrección. Cristo muere por nosotros, para salvarnos de nuestros pecados. Nuestro camino junto a Él será real. Nos acompañará siempre.
Recordemos algunos de los principales.

El Cirio Pascual

El cirio se enciende en la noche de la Vigilia Pascual del fuego nuevo bendecido al inicio de la celebración. Su luz representa a Cristo resucitado, que con su luz ilumina y disipa nuestras tinieblas. El cirio, colocado en el presbiterio y adornado convenientemente, se encenderá en todas las celebraciones de la cincuentena pascual, hasta el domingo de Pentecostés inclusive. 

Luego se llevará al baptisterio, y se encenderá en la celebración del sacramento del bautismo, porque ese sacramento nos une a la muerte y resurrección de Cristo, y también en los funerales, donde pedimos que nuestros hermanos difuntos, que han experimentado físicamente la muerte, puedan unirse también a la resurrección del Señor.

El aleluya

Esta aclamación, que la liturgia ha mantenido en lengua hebrea, y que se podría traducir como “¡alabad al Señor!” se canta durante todo el año litúrgico salvo en cuaresma, pero es en el tiempo pascual donde encuentra su lugar más adecuado. Tras haber estado toda la cuaresma sin cantarlo, como signo de preparación, la asamblea de la Vigilia Pascual prorrumpe con júbilo cantando el aleluya antes del evangelio que anuncia la resurrección.

En la Vigilia, en día de pascua y hasta el día de la octava –también en el día de pentecostés- la despedida del pueblo se concluye con un doble aleluya. Las respuestas de los salmos se pueden sustituir también por esa aclamación durante el tiempo pascual. El aleluya inunda la liturgia por doquier en este tiempo, porque la Iglesia está feliz de poder participar en la pascua de su Señor.

Aleluya» es la «alabanza a Dios». Es el expresar el gozo de la Resurrección.

La aspersión

Todos los domingos son un eco del domingo de resurrección. El domingo es la pascua semanal. Por eso siempre se puede hacer en domingo la memoria del bautismo por medio de la aspersión del agua bendita. Tanto más en los domingos de pascua. Esta aspersión sustituye al acto penitencial de la misa.

Cantos

La liturgia nos enseña el criterio de “solemnidad progresiva”, por el que aprendemos que no siempre hay que cantarlo todo ni que todos los cantos tienen la misma importancia en la celebración. Seleccionar bien los cantos, especialmente los del “ordinario de la misa” –Señor, ten piedad, Gloria, Santo, Cordero de Dios- y eligiendo los cantos más adecuados para los demás momentos, como la entrada y la comunión, y establecer criterios para las distintas celebraciones nos ayuda a vivirlas mejor. No es lo mismo una misa en una feria de cuaresma que en un domingo de Pascua. En Pascua, ciertamente, deberíamos cantarlo todo, porque el culmen del año litúrgico. La Pascua es el culmen del año litúrgico.

Signos de fiesta

Flores, iluminación, festiva, ornamentación especial de la iglesia, los mejores ornamentos blancos para el sacerdote y el diácono, uso del incienso… Pequeños signos que contribuyen a expresar la exultación de la Iglesia por la resurrección del Señor. Hay que cuidarlos especialmente, para que se note la importancia y la solemnidad de este tiempo.

La Pascua nos invita no sólo a escuchar a Jesús, sino, en el instante en el que se le escucha, a aprender a ver desde el corazón. La máxima solemnidad del calendario litúrgico nos anima, mirándole a Él, a Aquel que ha muerto y ha resucitado, a descubrir que Dios está en el de al lado, en el prójimo. Dios es Amor y resucita para salvarnos.

Fuente: Conferencia Episcopal Española