‘La esperanza cristiana no defrauda’- Formación permanente Pueblo de Dios en salida 12

Duodécima sesión de la iniciativa de formación de la Delegación diocesana de Apostolado Seglar, que se hace eco del lema del pasado Congreso Nacional de Laicos que fue vivido por todos los que participaron como un renovado pentecostés. Con una periodicidad quincenal, se puede visionar en el canal de youtube de Archisevilla Siempre Adelante

 IDEA CENTRAL

“La esperanza no engaña porque, al darnos, el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones” (Rom 5, 5).

“Me complazco en soportar por Cristo flaquezas, oprobios, necesidades, persecuciones y angustias, porque cuando me siente débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Cor 12, 10).

NUESTRA FE

La esperanza nunca tiene rostro alargado, triste. Porque la esperanza cristiana es confianza firme en que todo tiene su consistencia en Dios. Por eso, la fe sin obras está muerta. El primer fruto de la fe es la esperanza. La esperanza es la que hace activa la fe y la mantiene viva en cada uno de nosotros. Sabemos bien que, sin esperanza, el ser humano no puede subsistir. El propio Concilio Vaticano II nos recuerda:

 “Podemos pensar, por razón, que la suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar” (GS, n. 31.3).

La esperanza es don de Dios porque en Él se funda y Él nos la da. Él es la seguridad de nuestra esperanza. Así, esta es gracia permanente de Dios. Cristo es nuestra esperanza, con Él resucitaremos a una vida nueva. La esperanza cristiana nos lleva a las “realidades últimas”: la resurrección con Cristo, el encuentro definitivo y eternamente gozoso con Dios-Trinidad, es el fin último de nuestra vida.

“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia, a través de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho renacer para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable” (1PE 1. 3-4).

 Sin duda, hacer frente al aparente o real fracaso, a la inutilidad inmediata de tanto esfuerzo y entrega, a la posible acusación de utopía inalcanzable, al propio cansancio… es lo duro de la esperanza activa. Lo contrario de la esperanza es la des-esperanza que es el fruto amargo de la falta de confianza en Dios y en su actuación a favor de la humanidad, y en la capacidad salvadora del amor de Dios. La des-esperanza niega todo sentido a la vida, toda posibilidad de salvación y de novedad gratuita y puede acabar en la destrucción de la propia vida o en la búsqueda de satisfacciones inmediatas y egoístas.

“Estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida explicaciones. Hacedlo, sin embargo, con dulzura y respeto, con quien tiene limpia la conciencia” (1Pe 3, 15-16).

Dios es nuestra esperanza, Dios es fiel.

 

DIALOGAMOS JUNTOS

Mirada creyente

Tenemos puesta nuestra esperanza en Dios, en Él tenemos puesta nuestra confianza. La esperanza es entrega confiada a Dios y por eso se apoya y sustenta solo en Él. La confianza, alma de la esperanza, es el reconocimiento de que es Dios quien por pura gracia nos reconcilia con Él y nos salva. Confiar en Dios, esperar en Él es entregarse a Él, amarle.

La esperanza cristiana está abierta a la sorpresa de Dios. Supone en la persona de esperanza el deseo positivo y activo de llegar a Dios. La esperanza entraña en la conciencia creyente la certeza de que el Padre va a superar todo lo esperado e imaginado. Esto es lo que confiesa y vive la esperanza. No se trata de un simple quizás, de una ilusión alienante. Esperamos el retorno glorioso de Cristo para que se manifieste definitivamente el amor salvador de Dios.

Un elemento constituyente de la esperanza, son la paciencia y la perseverancia como resistencia ante todo mal. La paciencia de la esperanza es positiva, creativa. Vive serenamente las dificultades inherentes a la vida. Sigue firme cuando todo parece en contra y espera siempre. En suma, la esperanza es el Espíritu Santo habitando en nosotros, dentro de nosotros.

Sabemos que la esperanza nos hace aspirar al reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad plena, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. La esperanza ¿es parte integrante y principio de actuación de nuestra existencia? ¿Dónde tiene puestas sus esperanzas nuestra sociedad, nuestras comunidades?

Reflexión desde la vida cristiana

La esperanza nos lleva a actuar con libertad y audacia. Los cristianos se tienen que sentir libres ante la esclavitud y la fuerza de este mundo y audaz ante todo poder que intente instalarse en cada persona y en la propia sociedad. La esperanza es operativa, esperar en Dios es tener el coraje de soltar amarras. La esperanza cristiana es una decisión existencial, que compromete la libertad del hombre en la renuncia radical así mismo para lanzarse a las manos de Dios.

La esperanza cristiana: nace de Dios, de su promesa; es don suyo, por eso nosotros esperamos fiados de su promesa; la meta es una situación radicalmente nueva que solo puede venir de su gracia. Por eso, la esperanza que no se activa aquí, en el mundo, es una esperanza inexistente.

Dar razón de la esperanza supone hacerlo con la vida, con una vida de acuerdo con lo que esperamos. Por eso los cristianos “no pueden esconder esta esperanza simplemente dentro de sí. Tienen que manifestarla incluso en las estructuras del mundo por medio de la conversión continua y de lucha contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal (EF 6,12)” (AA, n. 35, 1).

¿Cómo podemos dar razón de nuestra esperanza entre las personas de nuestros entornos familiar, social, laboral, cultural…?

Un compromiso abierto a los demás

Cuando las palabras se transforman en obras, entra en juego la generosidad y la entrega, la voluntad. Es entonces cuando se ejercita la esperanza, al confiar que Dios nunca falla. ¿Cómo afrontamos las situaciones difíciles que se van presentando a lo largo de la vida?

La esperanza cristiana está íntimamente unida al celo por la promoción integral del hombre y de la sociedad, como enseña la Doctrina Social de la Iglesia” (PG, n. 67,6).

Debemos tener la esperanza de una vida más digna para todos, esperanza de mayor justicia y paz, esperanza de un mundo mejor para todos, esperanza de libertad fraterna para todos. La esperanza no es un sueño, sino una manera de traducir los sueños en realidad.

“Amar y esperar otro mundo no es desentenderse de este. Esperar es hacer que el futuro actúe sobre el presente y lo transforme” (TDV, nº. 56b).

¿Cuál es nuestra actitud ante la vida? La esperanza ¿es parte integrante y principio de actuación de nuestra existencia? Desde nuestra vida cristiana y para ella, la pregunta es la misma: ¿asumimos la esperanza como espíritu permanente de todo lo que pensamos, decimos o hacemos? ¿Somos conscientes de que nuestra esperanza es Dios, viene de Dios y camina hacia Dios?

VÍDEO DE LA SESIÓN DEL FORO PERMANENTE ONLINE

(*) Estos textos están inspirados en el Itinerario de Formación Cristiana de Adultos – Ser cristianos en el corazón del mundo-, de la Conferencia Episcopal Española, publicados por la Editorial EDICE.