Santos Pedro Poveda Catroverde e Inocencio de la Inmaculada Canoura Arnau, presbíteros, y compañeros, mártires A)

Lectura del santo evangelio según San Lucas (16, 1-8)

Decía también a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”. El administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”. Este respondió: “Cien barriles de aceite”. Él le dijo: “Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. Él dijo: “Cien fanegas de trigo”. Le dice: “Toma tu recibo y escribe ochenta”. Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz».

Comentario

Los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz

La parábola del administrador infiel va de astucia. Que es una forma de inteligencia aplicada, de darse maña, diríamos en lenguaje coloquial, para salir airoso como le sucede al protagonista de la parábola, acuciado por el despido. A simple vista, nos choca que Jesús nos proponga como modelo a un bribón que urde una estratagema para salir a flote en un trance tan delicado. Pero, ¿no es la largueza con que administra los bienes que no son suyos la que a la postre lo salva? Y, ¿no somos nosotros también administradores de la Creación? ¿Qué hacemos pues para derrochar los bienes que el Señor nos ha concedido entre los necesitados en vez de atesorarlos mezquinamente con avaricia para nuestro uso y disfrute exclusivo? Y siendo el amor paternal de Dios el principal bien del que se nos ha instituido administradores, ¿qué hacemos para regalarlo a manos llenas a los que más lo precisan? Es esa astucia la que Jesús quiere presentarnos como ventaja frente a los hijos del mundo con sus maquinaciones egoístas.

 

 

 

 

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