San Antonio, abad (C)

Lectura del santo Evangelio según Marcos (2, 18-22)

Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?». Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les será arrebatado el esposo; aquel día sí que ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto -lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

Comentario

Aquel día sí ayunarán
La radical novedad que irrumpe con Cristo respecto de la tribu de profetas y agoreros que circulaban por la Palestina del primer siglo de nuestra era queda aquí de manifiesto, subrayada por el propio Jesús, al que quieren poner en un aprieto contraponiendo el ayuno de los discípulos de Juan y de los fariseos con el que no hacen sus apóstoles. No han entendido nada, claro. Jesús se lo dice con parábolas pero ni aun así: el esposo es él mismo, Hijo de Dios hecho hombre, y el tiempo en que será arrebatado tiene que ver con el ciclo de su pasión, muerte y resurrección. Esa es la novedad: que él no es anuncio sino cumplimiento, no vocea ninguna promesa de Dios a su pueblo sino que es el don que Dios le entrega. Lógico que en la mentalidad de la época rechinara y todo se quedara en si comían o dejaban de comer. A esas cosas menudas nos agarramos los hombres cuando no queremos entender lo que nos dice el Padre.

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