San Patricio, obispo (B)

Lectura del santo Evangelio según Juan (5, 17-30)

Jesús les dijo: «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo». Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: «En verdad, en verdad os digo: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. En verdad, en verdad os digo: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

Comentario

 El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió

Jesús se atiene a la voluntad del Padre. No es sujeción, porque ese verbo implica sometimiento, prevalencia de uno sobre otro, sino comunión entre iguales, entre dos personas de la Santísima Trinidad, cuyo modelo imitamos en la Iglesia, el sitio donde se desarrolla la comunión de los hijos en el Hijo. La confesión del Dios uno y trino cae como una bomba. El planteamiento de Jesús es revolucionario: considerarse Hijo de Dios es una pretensión que la ortodoxia judía no puede escuchar sin encolerizarse. Pero no hay afán de provocación en su aserto. Sino exposición de la comunión trinitaria, la conjunción de voluntades y el depósito recibido por el Padre para cumplir dos acciones que la ley hebraica reservaba exclusivamente a Dios: resucitar de entre los muertos y juzgar a los hombres. Al atribuirse ambas acciones, Jesús traspasa un límite intolerable para sus detractores, pero está ensanchando de modo admirable la libertad que concede a sus seguidores. El juicio de Dios vendrá a premiar a justos y a castigar a réprobos. No hay arbitrariedad, sino compasión; no hay rigor, sino misericordia. Tanto en el Padre como en el Hijo con el Espíritu Santo.  

 

 

 

 

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