Santa Cecilia (C)

Lectura del santo evangelio según san Lc (19, 45-48)

Después entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Escrito está: «Mi casa será casa de oración»; pero vosotros la habéis hecho una «cueva de bandidos».

Todos los días enseñaba en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.

 

 

 

 

 

 

 

Comentario

Mi casa será casa de oración

Jesús expulsa a los mercaderes del templo. El altorrelieve sobre la puerta del Perdón que da acceso al patio de los naranjos de la Catedral de Sevilla recuerda la escena, no por repetida menos interesante. El Señor echa a los vendedores citando al profeta Isaías: «Porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos». (Is 56, 7). Con relativa facilidad, ponemos el acento de esta acción de expulsar a los mercaderes en el mercantilismo y la consideración debida al templo, pero se nos pasa por alto que Jesús, con ese gesto, está proponiendo una nueva teología en la que ya no se necesita de la moneda propia que se acuñaba para el templo y que obligatoriamente había de usarse en las ofrendas, razón por la que los cambistas inundaban el atrio de Israel cambalacheando la moneda romana en uso en aquella provincia por la que admitían los sacerdotes. Al voltear sus mesas, Jesús está diciendo que en el nuevo templo, que es su cuerpo, no hay moneda con que pagar porque es el amor la medida y no una pieza de cobre a la que por convención se le aplica un valor de intercambio. Al reemplazar esa divisa por la de la misericordia, Jesús está abriendo a la universalidad del género humano su mensaje salvador, porque a ese nuevo templo puede acercarse cualquiera y no sólo los circuncisos. Ese templo que supera la división entre judíos y gentiles del que levantó Salomón se convertirá en casa de oración «para todos los pueblos» como profetizaba el versículo de Isaías.

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