Un cuento de verano (II). En la barra de un bar

Lola avanzaba por el pasillo del brazo del novio, nuestro hijo. Guapa, madrina elegante, con la belleza serena que dan los años. Me miró y nos sonreímos, conscientes los dos del momento que estábamos viviendo. Y no pude evitar que viniera a mi memoria aquella cerveza en la barra de un bar…

 

Escapando del tórrido sol de un mediodía de verano, y del sofocante ambiente que se respiraba en mi casa, entré en la penumbra de un bar buscando un momento de tranquilidad y un trago de cerveza helada. Al acercarme a la barra descubrí con asombro un rostro muy querido para mí hacía años, aunque después las circunstancias habían hecho que nos distanciásemos. Nadie lo diría, viendo el cálido abrazo en el que nos fundimos.

Tras la sorpresa inicial, llegó el intercambio de noticias: hablamos de nuestros respectivos recorridos profesionales, recordamos amigos y juergas de los años compartidos en la Universidad, los vaivenes de nuestro equipo de fútbol al que seguimos en tantos viajes… Y entonces llegó la temida pregunta:

– ¿Cómo está Lola?

A pesar del tiempo transcurrido, pude ver en sus ojos un relámpago de dolor, aunque el cariño que envolvía la mirada lo apagó rápidamente. También algo debió leer él en mi rostro, porque enseguida me dijo:

– Venga, hombre, que ya ha pasado mucho tiempo de aquello. No te voy a decir que no sufrí, bien lo sabes. Pero pude superarlo, y hoy me encuentro felizmente casado. Fuiste tú quien la supiste enamorar, y espero sinceramente que vuestro matrimonio sea al menos tan feliz como el mío.

Y entonces, a pesar de que un tiempo lo consideré un rival, y de que nuestra amistad se rompió a raíz de todo lo que ocurrió, mi corazón se abrió en canal. Algo me invitaba a poner mi confianza en él. Le fui contando lo que habíamos vivido, y el punto en el que estábamos ahora Lola y yo: nos queríamos, mucho, pero todo era por momentos más difícil, y a los dos nos resultaba complicado seguir adelante; con el paso del tiempo sentíamos que nos íbamos distanciando y compartíamos cada vez menos. A ello se sumaba (otro verano más) la situación en esos días de vacaciones: mi suegra en casa, los cuñados yendo por allí de continuo y los hijos como si la casa fuera un hotel. Vamos, ¡una bomba de relojería a punto de estallar!

Su respuesta fue rápida y contundente.

– Amigo mío, nada nuevo bajo el sol.

Lo miré asombrado, pensando cómo mi amigo podía creer que un matrimonio que nace con tanta energía como el nuestro, pueda irse desintegrando como si nada con el paso de los años y los acontecimientos vividos.  No podía entender lo que yo estaba sufriendo; quizás no me había explicado bien.

Pero él prosiguió.

– Son las etapas de la vida y las crisis del matrimonio. Lo que vosotros estáis viviendo es casi de libro. Pareja en edad madura, en un momento profesional determinado, con los padres haciéndose mayores, los hijos desafiantes y cada uno de vosotros preguntándose “¿cómo he llegado hasta aquí; es esto lo que yo soñaba?” No sois bichos raros, no pienses que vuestra historia está llegando a su fin. Es una crisis, una crisis necesaria de vivir, porque hay que ir adaptándose a las circunstancias que cambian. Y los cambios a veces no son fáciles; nos cuesta salir de nuestra zona de confort.

Hizo una pausa, pasó su brazo sobre mis hombros y, mirándome a los ojos con el rostro sonriente, me dijo:

– Quizás te estés preguntando cómo yo te estoy hablando así. Te explico: mi mujer y yo hace unos años que nos estamos formando en temas relacionados con la familia y colaboramos en un Centro de Orientación Familiar de Sevilla (COF). Te animo a que vayáis a uno de ellos; déjate ayudar. Allí os acompañarán para que vayáis poco a poco recomponiendo lo que necesita mejorar. ¡No os conforméis con un matrimonio mediocre! Te explico en qué consiste eso de un COF…

 

La música seguía sonando. El novio y su madre se acercaban al altar. El encuentro providencial que propició aquella cerveza en la barra de un bar, hace unos años, fue el nuevo punto de partida de mi hoy renovado matrimonio. Gracias al acompañamiento en un COF, a nuestras ganas de luchar y gracias a la fuerza del Sacramento que nos unió, cambiamos nosotros y también cambió nuestra familia. Y hoy uno de nuestros hijos quiere seguir el ejemplo de sus padres, viendo todo lo bueno que Dios ha derramado en nuestro matrimonio.

 

(El contenido de este post es “Un cuento de verano”. Pero el fondo del mismo refleja situaciones reales).