Domingo de la 4ª Semana (B)

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,21-28):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Comentario

¿Qué quieres de nosotros?

Las lecturas muestran el valor y la fuerza de la palabra divina. En el pasaje del Deuteronomio, Moisés anuncia al pueblo la llegada de un profeta como él al que deberán escuchar cuando entren en la tierra. Dios se revelará por medio de él y dará a conocer sus designios. El texto marca, así, la importancia de los profetas y la necesidad de obedecer sus palabras, siempre que hablen lo que Dios les comunica y no según los propios intereses o los de dioses paganos.

El anuncio de Moisés reviste de autoridad a los profetas que Dios fue suscitando en su pueblo para guiarlo por sus caminos. Pero es Jesucristo el que da cumplimiento pleno a esta promesa. Él es también profeta, pero mucho más. No solo es portador de la palabra de Dios, sino que tiene la misma esencia divina, “es” Palabra de Dios, viva y eficaz (cf. Heb 4,12). Así lo refleja el relato del evangelio de Marcos. Jesús demuestra la autoridad de su palabra, un sábado en la sinagoga de Cafarnaúm (tiempo y espacio sagrados). Su enseñanza cautiva pues se diferencia de la de los escribas. Esta autoridad nunca vista se ve corroborada con el signo que allí acontece. Jesús libera, con su palabra, a un hombre poseído. El espíritu inmundo grita con potencia revelando la identidad y misión de Jesús: es el Santo de Dios, que ha venido a destruir los espíritus malignos que se oponen al proyecto del Reino de Dios. Jesús lo manda callar y lo expulsa del interior del hombre. Los que estaban allí presentes quedaron asombrados y reconocen la autoridad misteriosa de esa palabra, que tiene fuerza para someter el mal. Ante tal realidad brota el anhelo del salmista invitando a escuchar esta voz del Señor y no endurecer el corazón a la palabra del Dios salvador.

 

  1. ¿Dedicas tiempo a orar y confrontar tu vida con la Palabra de Dios?
  2. ¿De qué “espíritu maligno” te tiene que sanar el Señor? ¿Qué hay en tu vida que impide que el Reino arraigue en tu corazón?
  3. La segunda lectura es de la primera carta a los Corintios. Lee el capítulo 7 completo y valora lo que Pablo dice del matrimonio y la virginidad.

 

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