​¿Qué diferencia hay entre presbítero y diácono?

El sacramento del Orden tiene tres grados: episcopado, presbiterado (el presbítero es a quien denominamos comúnmente “sacerdote”) y diaconado.

Los tres grados son explicados en los números 1554-1571. Es un texto largo, y a él me remito para una exposición completa.

El presbítero es propiamente sacerdote; no tiene el sacerdocio en plenitud –eso es propio del obispo-, pero es verdadero sacerdote. Eso le confiere algunas potestades sacramentales, especialmente sobre los sacramentos, pues la celebración de varios de ellos –Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Confirmación- requiere el sacerdocio.

Incluyo aquí la Confirmación porque, aunque normalmente se reserva al obispo, puede celebrarla un sacerdote en ciertos casos.

El diácono ha recibido el sacramento del Orden, pero no es propiamente un sacerdote, y no tiene las mencionadas potestades sacerdotales.

Su principal función es la asistencia al sacerdote –cualificada: no es simplemente “un ayudante”- en esas celebraciones. Así por ejemplo, en misa, si hay un diácono será él quien lea el Evangelio –las disposiciones litúrgicas no permiten hacerlo a un lector laico- y puede encargarse de la homilía, y distribuirá la comunión junto al celebrante (o él solo, si hay razones para ello).

Hay dos sacramentos para los cuales no es imprescindible la potestad sacerdotal. El primero es el Bautismo, pues puede celebrarlo válidamente cualquier persona (válidamente: lícitamente sólo en casos de necesidad).

El segundo es el Matrimonio, pues aunque muchos tengan la mentalidad de que “les casa el cura”, en realidad son los contrayentes los ministros del sacramento (evidentemente, no lo son de la Eucaristía si se celebra la unión dentro de la Misa), y el sacerdote aquí es una especie de testigo cualificado que recibe el consentimiento de los contrayentes en nombre de la Iglesia).

Pues bien, en estos dos casos el diácono puede ejercer el papel que ordinariamente vemos hacer al sacerdote. También puede dirigir una liturgia de la palabra, y celebrar un entierro, pues no se celebra ningún sacramento en estos casos.

En cuanto al vestido –se incluye en la consulta-, hay que tener en cuenta que un diácono es un clérigo, por lo que le corresponde vestir como tal.

En las ceremonias litúrgicas, el diácono tiene una pieza particular en lugar de la casulla –ésta se reserva al sacerdote-, llamada dalmática. Ciertamente, para alguien que conozca poco los detalles litúrgicos, la dalmática puede parecer una especie de casulla peculiar, pero en realidad son vestiduras distintas.

El diácono, decíamos, está para asistir al sacerdote, pero puede surgir alguna confusión en lugares en los que no hay sacerdote y sí diácono. En vez de asistir tiene que suplir. ¿Qué puede hacer el diácono en estos casos? Lo que puede; o sea, todo menos lo que requiere una potestad sacerdotal, pues no la tiene. No puede celebrar la misa, ni confesar, ni confirmar, ni dar la Unción de enfermos.

En estas situaciones suele suceder que los domingos se celebre una liturgia peculiar en vez de la misa. Consta de la liturgia de la palabra, y, si ha pasado por allí un sacerdote que al celebrar misa ha dejado Hostias consagradas, se añade la liturgia de la comunión. O sea, de las tres partes de la Misa, se celebra la primera y la tercera, pero no la central.

No es central solamente por estar en segundo lugar, sino por que es verdaderamente el centro de la celebración: el sacrificio eucarístico. Más no puede hacer el diácono.

Como suele coincidir esta circunstancia con lugares donde la formación cristiana es bastante incompleta, es natural que se piense que lo celebrado es una misa. Pero no lo es.

Fuente: Aleteia