Amor, familia y vida

Nos conocíamos, teníamos amigos comunes, habíamos vivido algunas experiencias con otras personas.

Un día se cruzaron nuestras miradas, nos vimos de distinta forma, nos admiramos mutuamente y nos sorprendimos. Nos buscábamos visual y corporalmente.

Cada vez necesitábamos estar más tiempo juntos, sentirnos cerca, escucharnos, manifestarnos nuestros sentimientos y emociones, nuestros afectos…

A medida que pasaba el tiempo era más intensa la atracción mutua, nos queríamos más y se acrecentaba nuestro amor. El amor había nacido entre nosotros. Nos íbamos ilusionando. Cuando conocemos la belleza interior de nuestra pareja sentimos que supera a su belleza estética.

Al principio como atracción eminentemente física, pero ahora es un amor más pleno, compartimos nuestros valores, ideas, sentimientos, afectos, personas, proyectos, ilusiones…Se transforma en una decisión deliberada de madurez.

No es un amor líquido, momentáneo, romántico, sino cada vez más racional, que piensa en la otra persona, en su bien y en su apoyo para superar las dificultades.

Vivimos un amor que se mira a los ojos y genera capacidad de esfuerzo, escucha, constancia… Cuando hay amor se fomentan los héroes silenciosos, los héroes de vida diaria, capaces de afrontar cualquier dificultad propia o ajena.

Como nos amamos y nos escuchamos, nos damos cuenta, aunque a veces nos cueste, que nos equivocamos. Necesitamos pedir perdón, ceder y perdonarnos.  Nos apoyamos para caminar juntos.

Cuando pasa el tiempo vivimos la certeza de asumir compromisos, tomar decisiones y asumir responsabilidades: “Somos novios”, “preparamos nuestra boda”, “proyectamos nuestra posible familia”…

El amor ante las dificultades

El amor es creador, generador de esperanzas de futuro, de nuevas ideas a su alrededor. El amor genera vida. Hay espíritu de superación. El amor en la dificultad de la cruz sirve para sanar nuestras heridas, para liberarnos, para redimir al otro/a. En los momentos de cruz es cuando nuestro cónyuge más se merece nuestro amor, es cuando más nos necesita, podemos ser auxilio de Dios el uno en el otro. Nos necesita cuando está cabreado y nervioso. Ahí se transmite la misericordia de Dios.

Si me miro solo a mí mismo no veo sus necesidades, me vuelvo insensible a mi pareja, busco mi placer y cundo no consigo lo que quiero intento el abuso, el sometimiento de mi pareja, la suspicacia, mi corazón se hace insensible como una piedra… Cuando no hay amor resaltamos las diferencias, lo negativo de mi pareja, nace la violencia de género, el odio y la envidia ante el otro/a.

Si no hay amor el odio crea asesinos. Si no hay amor se complica y se hace imposible la convivencia, no somos capaces de convivir en igualdad con nuestra pareja o las personas de nuestro entorno. No podemos perdonar, nos ocupamos en someter o eliminar al otro/a. Crece un corazón de piedra insensible a las necesidades y al dolor ajeno.

El amor es fecundo

En cambio, el amor genera un proyecto de familia abierto a la vida, a los hijos. También tiene etapas de silencio en el hogar, como en Nazaret.

Celebramos los momentos importantes de nuestra familia con amigos, vecinos… celebramos nuestra historia común: El día que nos conocimos, nuestra boda, el nacimiento de nuestros hijos, nuestro aniversario…

Si hay amor, un hijo es una gran alegría para la pareja. Es una manifestación de Dios creador en nuestras vidas. Nos permite sentirnos como Dios Padre creador de vida.

El amor con los hijos, hacia los hijos, se convierte en escucha activa, en su apoyo, en su maestro/a que sugiere el camino y a veces marca pautas y límites, orienta… Generan y dan esperanza. El amor hacia nuestros hijos lo expresamos con acciones, gestos y palabras.

Ambos nos alegramos con lo bueno y los logros de nuestra pareja, de nuestros hijos, nuestra familia, nuestros amigos… Ambos creamos redes de emociones y apoyos en la familia y su entorno. Trabajamos por la verdad y la justicia.

Quienes nos ven desde fuera sienten que vivimos felices a pesar de que cada familia vive sus dificultades y camina con sus cruces. Ellos ven que hay un estilo de vida, una forma de vivir. Intentamos seguir a nuestro Maestro Jesús y con San Pablo en su carta a los corintios sabemos que si no tengo amor no soy nada, nada me sirve…

“El amor no es presumido ni se envanece; no es grosero ni egoísta…no se alegra con la injusticia ajena sino que goza con la verdad…El amor dura para siempre”

Elías Manuel Pina

Colaborador del COF Dos Hermanas (Sevilla)