Santos Andrés Kim y compañeros mártires (B)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,36-50):

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»


Comentario

Ha amado mucho

El fariseo que ejerce de anfitrión de Jesús se compara con la prostituta. Porque sabe que, a los ojos humanos, va a salir ganando. Esa es nuestra actitud de continuo. ¡Cuánto daño hacen las comparaciones en el terreno espiritual! Que si este o aquella está más cerca del párroco o le encargan las tareas de más lucimiento mientras a mí siempre me toca tirar las flores secas de los jarrones. Qué fariseísmo encierran esas comparaciones porque lo que nos quiere decir hoy Jesús en el Evangelio del día es que para él no hay distingos ni comparaciones. Cada uno, como es. A quien mucho se le perdona, mucho ama. Esa es la medida. Una medida irracional que supone invertir los valores mundanos por los que se regía aquel fariseo que dudaba de Jesús a pesar de haberlo invitado a su casa y se creía con más merecimiento que aquella ramera que no paraba de llorar y besuquear los pies del Maestro. La medida es la misericordia de Dios, o sea, que no hay medida porque su amor infinito hacia sus criaturas es sin medida también.

Post relacionados