Antonio Jesús DÍAZ RAMOS, Pbro.

Presbítero
* Bollullos del Condado (Huelva), 31 de diciembre de 1896
† Cazalla de la Sierra (Sevilla), 5 de agosto de 1936
39 años

Nació el P. Díaz Ramos en Bollullos del Condado (Huelva) el 31 de diciembre de 1896. Fue bautizado el 7 de enero posterior en la Iglesia Parroquial del Apóstol Santiago de dicha villa San Bartolomé. Le impusieron los nombres de Antonio, Jesús, Silvestre de la Santísima Trinidad. Sus padres fueron Francisco Díaz Rosado, organista y carpintero, y Ana Ramos Martín.

Realizó los estudios eclesiásticos en el Seminario General y Pontificio de Sevilla. Iniciados a la temprana edad de 12 años, se prolongaron desde septiembre de 1909 hasta junio el 1 de junio de 1921. Durante su estancia en el Seminario, además de incrementar sus conocimientos de música y órgano que tenía por tradición familiar, perteneció a la Tercera Orden de Penitencia establecida en el mismo en 1910.

El 18 de diciembre de 1920, con 23 años, recibió la Sagrada Orden del Presbiterado; como le faltaban escasos días para cumplir la edad mínima para ser ordenado (24 años) recibió del Cardenal la preceptiva autorización. En todos los informes se reiteraba su piedad, frecuencia en la recepción de los Sacramentos y, sobre todo, su fundada vocación al sacerdocio.

Al poco de Ordenado, todavía sin concluir sus estudios eclesiásticos, recibió su primer encargo: con fecha 10 de marzo de 1921 fue nombrado Coadjutor de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Consolación de Cazalla de la Sierra, de la que tomó posesión de inmediato; diez años más tarde, al fallecer su titular, fue nombrado Ecónomo de la misma siendo la de Cazalla la primera y única Parroquia que atendió hasta su muerte martirial acaecida el 5 de agosto de 1936.

“Trataba a los pobres como si hubieran sido de su familia”, dicen de él. Siendo Coadjutor formó, en colaboración con el Ayuntamiento, una banda de música con jóvenes humildes, medio con el que procuró que recibiesen también alguna formación cultural y ayuda personal. Ya de Ecónomo revitalizó la vida parroquial y reorganizó las hermandades. Pronto surgieron las dificultades que provinieron de la aplicación una legislación secularizadora y laicista, sobre todo a partir de 1932: prohibición de salida del Viático a los enfermos; problemas con el toque de campanas; prohibición de uso público del ritual en los entierros e instalación de cruces en las sepulturas; cese de la ayuda a la banda de música dirigida por el Párroco y creación de una municipal; rotulación de las calles. El P. Díaz Ramos, con el respaldo del Cardenal que estuvo puntualmente informado de cuanto ocurría, reclamó ante la autoridad provincial que matizó o desautorizó las disposiciones municipales. A lo largo de este tiempo las dificultades no cesaron: en mayo de 1936, piquetes de guardias rodearon y registraron la Parroquia y casa rectoral so pretexto de guardarse en su interior bombas y gases asfixiantes; también se clausuró el centro escolar dirigido por las HH. de la Doctrina Cristiana.

Al producirse la sublevación militar unos vecinos, conocedores del peligro que corría si seguía en Cazalla, buscaron al P. Díaz Ramos para que les acompañase a Sevilla; desistió para no abandonar su Parroquia y feligresía. Ese mismo 18 de julio, a las once de la noche, le detuvieron en su domicilio y fue encarcelado; igual suerte corrieron unos días más tarde dos seminaristas (uno de ellos Enrique Palacios Monraba) y su Coadjutor quien, al sobrevivir, pudo dar testimonio de los padecimientos. Fuera de la cárcel, todo lo relacionado con la Iglesia fue objeto de destrucción; en el interior, ambos sacerdotes atendieron espiritualmente a los detenidos, rezaban con ellos el Rosario y sobre todo se prepararon para una muerte que consideraban inminente. En la noche del 3 de agosto el P. Díaz Ramos fue sacado, junto a otros detenidos, para un interrogatorio en el que fue objeto de amenazas y burlas.

El 5 de agosto de 1936, sobre las tres de la tarde, los presos de la cárcel fueron acribillados a balazos y con bombas. El P. Díaz Ramos fue una de las primeras víctimas del más de medio centenar que cayeron, casi todos seglares, algunos con un largo y extraordinario compromiso cristiano que podía ser causa inmediata de su detención y posterior asesinato. Al día siguiente recogieron todos los cadáveres a los que dieron sepultura en el patio de la rectoral, que estaba junto a la cárcel. Con la entrada de las tropas nacionales el 12 de agosto, fueron exhumados y previa identificación, se le dio sepultura allí mismo en el mausoleo construido para las víctimas en el cementerio parroquial inaugurado el 5 de agosto de 1938.

“Dígale usted a mi hermana –le encargó a uno de sus guardianes cuando estaba en prisión- que si se salva, que no se cebe en nadie. Si van a pedirle un pedazo de pan, o un vaso de agua, si no tiene más que eso, que se lo dé”. Su muerte fue muy sentida en Cazalla instalándose una lápida en su recuerdo. También en Bollullos del Condado (acudía con regularidad, una vez al año, a ver a sus familiares) se colocó una lápida y le rindieron distintos homenajes.

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