Salvador LOBATO PÉREZ, Pbro.

Presbítero
* Algodonales (Cádiz), 31 de diciembre de 1901
† El Saucejo (Sevilla), 21 de agosto de 1936
34 años

 

Nació el P. Lobato Pérez en Algodonales (Cádiz) el 31 de diciembre de 1901. Fue bautizado el 1 de enero posterior en la Iglesia Parroquial de la Sra. Santa Ana de dicha villa. Le impusieron los nombres de Salvador Manuel Silvestre de la Santísima Trinidad. Sus padres fueron Salvador Lobato Ríos, zapatero además de sacristán, y Concepción Pérez Sánchez.

El 26 de agosto de 1914, con14 años, “sintiéndose llamado por Dios al estado sacerdotal y queriendo seguir su divino llamamiento”, solicitó el ingreso en el Seminario Conciliar y Pontificio de Sevilla. Por sus escasos recursos solicitó una beca del Fomento de Vocaciones Eclesiásticas y más adelante tuvo la condición de fámulo. En junio de 1926 los concluyó y si bien inició los estudios universitarios de Derecho Canónico no los concluyó al recibir al poco el Presbiterado y destino.

El 12 de marzo de 1927 recibió la Sagrada Orden del Presbiterado. Todos los informes fueron  favorables, en especial el del Rector del Seminario quien decía “es individuo de buenas costumbres y de reconocida piedad; frecuenta los Stos. Sacramentos y es tenido en buen concepto en este Seminario; es cumplidor de la disciplina y reverente con sus Superiores; su conducta, finalmente, revela, a juicio del que informa vocación cierta al estado sacerdotal”.

El 1 de mayo de 1927, mes y medio después de su ordenación, tomó posesión como Ecónomo de la Parroquia de San Pedro de Coripe (Sevilla) desde donde se atendía la aldea de La Muela, perteneciente al municipio gaditano de Algodonales. El 6 de abril tomó posesión, también como Ecónomo, de la Parroquia de San Marcos Evangelista de El Saucejo y anejos en la que permaneció hasta su muerte martirial acaecida el  22 de agosto de 1936.

En ambos curatos, en particular en Coripe, desarrolló una importante labor sacerdotal consistente en el arreglo de los edificios e instalaciones religiosas y fomento de la devoción a través de las asociaciones religiosas existentes (construcción del campanario y de la casa rectoral, instalación de la imagen del Sagrado Corazón); las dificultades se le presentaron desde el primer momento por la actitud desconsiderada de algún destacado representante del poder local y, ya en los años treinta, arreciaron cuando operarios municipales quitaron del exterior de los edificios religiosos azulejos con imágenes o simplemente conmemorativos en aplicación de una exagerada legislación laicista; peor fue en La Muela donde ante la imposibilidad de celebrar oficio religioso alguno y por las amenazas recibidas fue dispensado de acudir. En El Saucejo le ocurrió otro tanto: el acto de la bendición de la campana nueva a comienzos de 1936 casi coincidió en el tiempo con el frustrado intento de quemar con gasolina el Templo Parroquial.

En los primeros días de la contienda civil se vivieron en El Saucejo unos momentos tranquilidad. La situación cambió al amanecer del 23 de julio cuando la turba acudió a la casa rectoral, contigua a la Parroquia, cachearon al P. Lobato y le exigieron la entrega de la llave del Templo para, acto seguido, entrar en avalancha en su interior y destrozar cuanto encontraron a su paso (imágenes, retablos, ornamentos y vasos sagrados) quedando en pie sólo los muros y la techumbre; en la casa rectoral se instaló el Comité por lo que la familia Lobato (formada por él, su hermano Rafael y su madre) tuvieron que refugiarse en casa de su criada (los dos primeros) y en la contigua (su madre, bastante enferma); en el mes que permanecieron recluidos, en cierta medida custodiados, padecieron los insultos y amenazas. En la madrugada del 21 de agosto, con fuerzas venidas de fuera, fue asaltado el Cuartel de la Guardia Civil local; cuando dieron término, se propuso ir en búsqueda del cura: le detuvieron a él y también a su hermano Rafael que no quiso dejarle sólo, no sin antes de despedirse de su madre que agonizaba. A empujones y entre insultos, abrazados los hermanos, les condujeron algo más allá de la Plaza donde, en el lugar denominado Alberquilla, fueron asesinados a las 16.30 horas.

A la mañana siguiente sus cadáveres fueron llevados al cementerio. Para ahorrar trabajo intentaron quemar sus cuerpos, pero sólo consiguieron chamuscar las ropas. En vista de ello los amontonaron en la puerta de entrada con otros cadáveres y les echaron encima unas espuertas de tierra. El 4 de septiembre posterior, al entrar las tropas nacionales, todavía se observaban partes de aquellos cuerpos. El 15 de octubre, una vez reconocidos, ambos hermanos fueron enterrados.

A pesar del tiempo transcurrido, su recuerdo sigue aún muy vivo entre quienes le conocieron.

Post relacionados