Martes 4º de Cuaresma (C)

Lectura del santo evangelio según san Juan (5,1-16):

SE celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

 

Comentario

Toma tu camilla

El relato evangélico del paralítico de las piscina probática en Betesda, donde se lavaban los corderos destinados al sacrificio en el cercano Templo de Jerusalén, nos descubre, como en una escalera, las tres virtudes teologales. En primer lugar, la esperanza de aquel hombre tullido que al cabo de 38 años aún no había perdido la esperanza de curar de sus dolencias a pesar de no tener a nadie que lo ayude. A continuación, la fe en la curación depositada en el único que puede traer la salvación al mundo, a tu vida. Basta una palabra de Jesús para que el paralítico se incorpore y cumpla la orden imperativa que Jesús le da: «Toma tu camilla». En el texto joánico no hay ninguna réplica a la orden porque no hace falta. Por último, la caridad, el amor al prójimo que supone la curación de su lesión y la falta de caridad de los judíos que anteponen el cumplimiento estricto del precepto del sábado a la mejoría de la calidad de vida del paralítico. Por eso, «toma tu camilla» se convierte en un grito de liberación. Y de caridad.

 

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