San Francisco Javier, presbítero (B)

Lectura del santo evangelio según San Mateo (7, 21. 24-27)

No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».

Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas.

Comentario

El que hace la voluntad de mi Padre
Palabras y Palabra. En ellas encontramos la quintaesencia de esta perícopa de Mateo, la sustancia está en saber elegir entre las palabras de los hombres y la Palabra de Dios. Construir sobre las palabras que decimos -aunque sean bienintencionadas y destilen amor por el prójimo- equivale a construir sobre arena una casa bien festoneada, espaciosa y abierta de par en par pero sin fundamento. Porque la palabra del hombre es voluble y gira como una veleta, según los vientos, hasta que un vendaval de palabras se lleva la construcción por delante y entonces sucede la ruina de lo que habíamos dicho y no se ha cumplido. Construir sobre la Palabra que nos da Dios es hacerlo sobre una roca fuerte, un baluarte, un alcázar abastecido, un refugio donde guarecerse del chaparrón de palabras de los hombres que hieren como alfilerazos de lluvia. Es una casa sin adornos y tampoco resulta muy espaciosa ni confortable, pero es segura. Y no hay palabra humana que la mueva de donde está afianzada. Puede que no sea la casa más vistosa ni la más elegante, pero es la más segura como la Palabra que sale de Jesús es la que inspira más autoridad porque no se queda en el cascarón vacío de lo que se dice sino que está preñada del fruto que son las obras de misericordia, el amor por el prójimo que es cimiento de ese reino de los cielos que queremos empezar a edificar aquí en la tierra.

 

 

 

 

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