San Francisco de Asis (B)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 1-12):

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa.» Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios.» Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: «Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.» Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»

Comentario

Descansará sobre ellos vuestra paz

Paz. Los enviados para anunciar la cercanía del Reino de Dios -corderos en medio de lobos- son portadores de paz. Como primera provisión, llevan la paz del Resucitado. Y para ello no hacen falta alforjas ni sandalias ni zurrones. La paz está con ellos. Y la transmiten. «Paz a esta casa» es lo primero que tienen que decir nada más poner un pie en la vivienda que visitan. Paz a los corazones. No abatimiento, ni resignación, ni desesperanza, ni desconsuelo. Sólo paz, la paz del Señor que está con todos nosotros cuando nos dedicamos a anunciar su Reino, que está ya entre nosotros. En un mundo violento y asaltado por tantas urgencias, a cada cual más intempestiva, los cristianos estamos llamados a llevar paz. Como el mensaje de los ángeles a los pastores de Belén, como el propio saludo de Jesús a sus apóstoles amedrentados, como el mensaje central de la Buena Noticia, que para eso hoy festejamos como se merece al poverello de Asís, San Francisco.

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