Martes 1º de Adviento (C)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,21-24):

EN aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».

Comentario

Lleno de alegría
¡Qué imagen tan tierna acompaña estas humildes palabras! El chavalillo, que no parece tener edad para saber leer, muerto de risa con una Biblia en las manos. Él sí que está «lleno de alegría en el Espíritu Santo». Y cuando uno está alegre, con esa vitalidad que sólo comunica el Espíritu Santo, la felicidad le sale a borbotones, los demás lo notan en la cara. Lleno de alegría porque el Señor ha escondido el conocimiento a los sabios y a los ilustrados y se lo ha concedido a los humildes, a los preteridos, a los pequeños, a los que son como ese niño, todo candor, que no puede ni quiere reprimir la carcajada. Dios quiera que seamos, en este tiempo de preparación hasta la Navidad, como ese crío, «lleno de alegría en el Espíritu Santo», feliz por leer la Biblia y tenerla como libro de cabecera. Porque, como los discípulos, somos unos bienaventurados que tenemos a mano las enseñanzas que tantos desconocen. Es para estar contento, ¿no crees?

 

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