Viernes de la IV semana de Pascua (A)

Lectura del santo Evangelio según san Juan (14, 1-6)

«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Yo soy el camino y la verdad y la vida

Es fácil imaginar la turbación de los apóstoles en el cenáculo, cuando han visto con sus propios ojos cómo se fragua la traición de Judas aunque todavía no sepan muy bien qué está pasando. También el gesto de humillación absoluta del lavatorio y la cena pascual compartida con ribetes de despedida. Y en medio de esa situación, humanamente de zozobra, Jesús los tranquiliza y los anima: les plantea que él es el único mediador entre ellos y el Padre y los reconforta para que lleguen a su través hasta Dios. En la vida hay muchos caminos, bien lo sabe quien tiene suficiente edad para haber recorrido algunos, pero sólo uno lleva a la felicidad plena cuando estemos cara a cara contemplando el rostro de Dios por los siglos de los siglos. Hay muchas invitaciones a vivir a tope y a  no dejarse nada por explorar, pero sólo quien es Vida proporciona una experiencia vital plena que ensancha el corazón y comunica paz y alegría al alma. Sólo quien es Vida puede mutar la muerte y el sufrimiento que experimentamos a diario a nuestro alrededor en algo vivo que salta hasta la vida eterna. 

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