San Ambrosio (A)

Lectura del santo evangelio según San Mateo  (9, 35 — 10, 1. 5a. 6-8.)

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.

Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».

 

 

 

 

 

 

 

Comentario:  

Jesús viene para anunciar el Evangelio del Reino y para curar todas las enfermedades y dolencias. Jesús al ver a la gente se compadecía porque las veía perdidas como ovejas sin pastor.

San Ignacio en los Ejercicios Espirituales presenta a la Santísima Trinidad contemplando la fealdad que hay en el mundo y lejos de asquearse se mueve a compasión, así que Dios afirma «Hagamos redención». Esta es la tarea que trae Jesús, redimir, sanar, dignificar al ser humano. Así, Jesús enseña y sana, anuncia y restablece, se compadece y derrama su misericordia, enviando a sus discípulos para hacer lo mismo. De tal manera que hace de todos nosotros discípulos misioneros; porque la mies es abundante nos necesita a todos.

Estamos en Adviento y el canto que repetimos en la Iglesia es «Ven, Señor, Jesús», pedimos con más fuerza en la oración dominical «venga a nosotros tu Reino», y todo ello ha de hacernos más conscientes del compromiso que supone para cada uno de nosotros. El Señor nos necesita para enviarnos a esta inmensa mies del mundo, y nos envía para anunciar su Reino y para sanar y expulsar espíritus inmundos.

No caben más opciones que salir corriendo mirando para otro lado y dejar que pase el Adviento, como si fuera tiempo indeseable. o bien, como la Virgen María, dejarnos tocar por la compasión y la misericordia de nuestro Dios y responder con Ella «aquí estoy, hágase en mí según tu palabra». Entonces viviremos el Adviento como tiempo fuerte de presencia de Dios y nos sentiremos enviados a llevar el mensaje de Jesús y a expulsar el mal y sanar muchos corazones.

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