Miércoles de la 2ª semana de Adviento (B)

Lectura del santo evangelio según Mateo (11, 28-30)

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Comentario

Venid a mí
Venid a mí, dice el Señor. Porque el alivio que ofrece Jesús no es transitorio ni parcial ni tiene contraindicaciones. Los fármacos alivian, ¡si lo sabrán los doloridos! Las risas y el buen humor alivian, ¡si lo sabrán los tristes! La ayuda del prójimo alivia, ¡si lo sabrán los fatigados! Los recursos materiales alivian, ¡si lo sabrán los pobres! Las ideas positivas alivian, ¡si lo sabrán los depresivos! Pero sólo el alivio del Señor no caduca, no se pasa de fecha, atañe a todas las facetas de la persona y tiene efectos reparadores en todos los ámbitos en que se mueve. Sólo hay que ir al Señor. Demasiadas veces pensamos en la vida de fe como una carrera de obstáculos, una prueba de vallas que hay que ir superando, pero Jesús te está llamando con su voz cálida de amigo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». No hay más que ese abandonarse en los brazos del hermano, convencido de que sabrá recomponer nuestras fuerzas, de que cargará con el peso insoportable que llevas sobre los hombros. Ve a Jesús. Búscalo en el sagrario, quédate a solas, háblale como le hablarías a un amigo y siente el alivio para tu fatiga. Alivio infinito y eterno como su amor. No hay más. Ven y descánsate y deja que Dios sea Dios.

 

 

 

 

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