Santa Isabel de Hungría (B)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario.» Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.»»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»


Comentario

«…orar siempre sin desanimarse…»

Jesús quiere explicar a sus discípulos que deben orar siempre y sin desanimarse. Les quiere advertir o prevenir de esa tendencia, tan natural, que aparece en muchos, cuando dicen: «yo estoy harto de pedir y…» «tanto pedir para nada», o dicen a un sacerdote o a una monja: «usted que está más cerca y a usted le harán caso, pida…»

No se puede pedir desconfiando de ser escuchado, sospechando que no se le tendrá en cuenta, dudando si a Dios le llegará el ruego o le hará caso a uno en su demanda. Y presenta Jesús esta parábola del juez a quien no le importa nada ni nadie, pero acaba atendiendo la petición de aquella viuda por pesada.

Parece claro que el Señor nos dice que tenemos que ser pesados en la oración, pedir y pedir sin cansancio. Si aquel juez atendió a la mujer por miedo o por pesadez, Dios nos atenderá por misericordia, porque somos hijos suyos.

Sin desanimarnos, al contrario, hay que pedir a Dios con mucho ánimo, sabiendo que siempre nos escucha, pero atenderá nuestra petición si, ciertamente, nos va a ser favorable con total garantía. Dios no nos va a dejar «tirados» nunca, como hacemos los hombres que tantas veces lo olvidamos.

Somos los elegidos de Dios, y si Él nos ha elegido sabiendo como somos, no nos va a dar largas. Nosotros pidamos con buen ánimo y sin cansarnos de pedir, que Dios no se cansa de escuchar, (permitan un disparate: «y si lo hiciera que se hubiera buscado a otros»)

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