Miércoles de la 2ª semana de Pascua (A)

Lectura del santo evangelio según San Juan (3, 16-21)

Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Comentario

Tanto amó Dios al mundo
El tentador acecha detrás de esa perniciosa asimilación de la presente pandemia a un castigo divino, una especie de plaga veterotestamentaria con la que Dios expresa su disgusto con el discurrir de las cosas en la Tierra y ofrece una oportunidad de redención a través de la conversión individual que aleje de todo lo que percibimos como erróneo en la conducta colectiva de nuestras sociedades. Vaya, no es así la historia. De hecho, es justo la contraria. Es que Dios amó tanto al mundo -ese mismo mundo que hoy sufre con decenas de miles de muertos por un coronavirus que se nos ha colado en nuestras sociedades tecnificadas y autosuficientes- que entregó a su Unigénito. Para que el mundo se salve. Dios te quiere a ti y a todos los que tú serías capaz de identificar como enemigos, a tu adorable cónyuge y a todos los políticos de los que no te fías. Dios ama a tus padres, hayan sobrevivido o no a la terrible pandemia. Dios ama a tus hijos. Y a los hijos de quienes no piensan como tú, Dios ama a los hijos de quienes no creen en él. Nos da una solución para salir de este mundo: esa solución es Cristo Jesús, muerto en la cruz por amor, y resucitado al tercer día. No hay más caminos. No hay atajos. No busques más. En Cristo está la salvación, está condensado el amor exagerado, infinito con que Dios mira a sus criaturas. El amor con que te mira. También ahora que estás en casa encerrado. Tanto amó Dios al mundo…

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