Jueves 4ª semana de Cuaresma (A)

Lectura del santo evangelio según San Juan (5, 31-47)

Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

Comentario

¡No queréis venir a mí para tener vida!

Jesús se pone serio y fustiga la autosuficiencia que observa en los hombres. «¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?» La pandemia actual pasará, un día se acabarán los contagios en nuestro suelo y podremos volver a las calles a abrazarnos, pero hay otra epidemia espiritual que antepone la ciencia, el progreso, la economía y otras construcciones sociales del hombre a la única gloria debida a Dios. La crisis sanitaria pasará, pero cada una de las vidas perdidas por el contagio del virus es más valiosa que todos los gobiernos y las empresas juntas. Las leyes se han hecho para el hombre, no al revés. La dureza de corazón, la falta de caridad, la referencia permanente a nuestras seguridades mundanas es la que nos lleva a considerar que esos ancianos de 80 años o más que están muriendo, ya habían vivido lo suficiente y que, por lo tanto, no se pierde tanto. ¡Qué crueldad es esta!, ¡cómo puede un cristiano pensar así! Si algo nos enseña esta crisis es a que tenemos que cuidar del hermano. El evangelista Juan nos completará en su primera carta lo que aquí apunta: que no hemos visto ni oído nunca a Dios, aunque hayamos leído su Palabra, pero sí hemos visto a los hermanos. Ellos, como Moisés, darán testimonio contra nosotros si no los ayudamos, si no nos condolemos, si no mostramos ni el ápice de compasión que significa llorar su pérdida y encomendar su alma.

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