Lectura del santo Evangelio según san Mateo (13, 10-17)
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les contestó: «A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron».
A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no
Jesús comparte con los suyos el secreto escondido en las parábolas, los adentra en el misterio con una catequesis mistagógica (de iniciación en el misterio) como las que el Papa Francisco viene reclamando para llenar el corazón de los alejados, los indiferentes, los tibios… Son dos planos de lectura (en época de Jesús, de escucha) para dos grupos diferenciados de oyentes: la parábola desnuda, tal cual, es la apropiada para cautivar el interés de las masas, de amplísimos grupos de seguidores; pero quienes han dado un paso más en el seguimiento y la imitación de Cristo necesitan de una explicación que vaya más allá del tenor literal. Es decir, es la apertura del corazón a encontrarse con el misterio divino la que determina el plano de lectura. Por eso viene a cuento la cita del profeta Isaías, en la que éste relata su propia experiencia ante la predicación con personas en las que la semilla de la conversión no termina de arraigar y pierde en seguida su valor.
