¿Qué es la vida eremítica? 

Los así llamados eremitas o anacoretas son personas que se consagran a Dios mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia. Su estilo de vida es muy peculiar: viven apartados completamente del mundo, en el silencio de la soledad, dedican su vida a la oración asidua y a la penitencia de forma que buscan ser una constante alabanza a Dios y una intercesión por la salvación del mundo.

Los ermitaños o anacoretas son reconocidos por el obispo y dependen de él. No hay que confundirlos con las órdenes monásticas eremíticas, que si bien se apartan del mundo para dedicarse a la oración y a la penitencia al igual que los ermitaños o anacoretas, hacen vida común en fraternidad, observan una regla de vida o estatutos y viven bajo la obediencia de un Superior. Estos individuos pertenecen a los institutos de vida consagrada o religiosa y entre ellos nos encontramos a los camaldulenses.

Los ermitaños, eremitas o anacoretas pueden elegir el lugar en el que desean vivir, siempre alejado del mundo, pero su estilo de vida estará sujeto a la dependencia del obispo del lugar en el que fijan su residencia.

La vida de un ermitaño posee un valor extraordinario para la Iglesia. Al ser hombres dedicados a la oración, a la contemplación y al sacrificio mediante sus obras de penitencia y el mismo testimonio de su vivir cotidiano, son signos elocuentes de un amor a Dios que intercede constantemente en favor de los hombres. Por lo tanto, no debemos considerarlos como algo accesorio para la vida de la Iglesia o como reliquias de un pasado histórico. Su vida es fuerza que ayuda a arrancar gracias de Dios y a distribuirlas en toda la Iglesia.

La regulación de este tipo de vida consagrada está consignada en el Código de derecho canónico, número 603 y en el Catecismo de la Iglesia Católica en los números 920 y 921.

Fuente: Catholic.net