El valor de las buenas personas

Tarifa (Cádiz)
Profesional de la banca
Vicepresidente de la Fundación San Pablo Andalucía CEU

De la pedagogía de Don Bosco nos ha llegado, entre otras, una sentencia a modo de legado que se resume en la necesidad de forjar buenos cristianos y honrados ciudadanos. El lema se adoptó para calificar a laicos comprometidos, a buenas personas… A hombres como Juan Jurado.

Andaluz de Tarifa (Cádiz) criado en Madrid -donde se consideró “un andaluz echado a perder”-, orientó desde muy joven su trayectoria profesional en el ámbito de la banca. De la academia de botones del Banesto a la dirección de zona del Banco de Santander en el ámbito rural sevillano, su carrera es la de un hombre hecho a sí mismo, laico convencido del papel de los católicos en la vida pública y fiel a los valores evangélicos que han marcado su vida. De aquellos años en la capital  le queda la camaradería entre los compañeros y una referencia imborrable, la del sacerdote Mateo Camarma.

Los Montañeros de Santa María y el Hogar del Empleado del jesuita Tomás Morales fueron los primeros asideros que Juan Jurado tuvo a su alcance para vivir la fe en comunidad. Afirma que “el cristiano hoy día no puede vivir solo”, y lo explica con una evidencia palmaria: “El Señor nos enseñó el Padrenuestro en plural, por algo sería”.

Este hombre de profunda espiritualidad ignaciana recaló finalmente en la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) por medio del programa Esperanza 2000, con el que se pretendía formar a jóvenes para la Iglesia y el mundo. De ahí le vienen sus conocimientos en Doctrina Social de la Iglesia y, con el paso de los años, la colaboración con el Foro Andaluz de las Familias y, sobre todo, el comienzo de su vinculación al proyecto CEU.

Al analizar el momento actual, subraya la vigencia de unas convicciones que parecen no tener caducidad: “las reivindicaciones actuales por la familia, la educación y la vida, casi son las mismas por las que se lanzaron a la calle los primeros propagandistas, en 1909”, recuerda.

Hoy día, ya jubilado, dedica su tiempo a la expansión del proyecto CEU en Andalucía. En el campus de Bormujos ha sido desde catequista a vicepresidente del patronato de la Fundación, su responsabilidad actual. La Universidad Fernando III es el campo de acción donde pone en práctica todo lo vivido y aprendido durante una trayectoria intensa y bien aprovechada. “Mi mujer me dice que trabajo más que antes… Pero me ve más feliz”, señala.

Y sí, es feliz con lo que hace, con el contacto con la gente y con el estilo que marca a un magnífico equipo de trabajo (“El proyecto CEU es impresionante”, repite cada vez que tiene ocasión). Está convencido de que hay que trabajar por la excelencia, y de que buena parte del éxito se debe a crear “una comunidad educativa católica, de la que forman parte profesores y personal de administración, que nos ayuda a todos a crecer en la fe”. Juan Jurado sonríe, mira a los ojos, cita a sus compañeros con una cercanía que nace del afecto sincero y está convencido de que trabaja para el bien. Juan Jurado es, en resumen, una buena persona.

Post relacionados