SAN ATANASIO, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria (B)

Lectura del santo Evangelio según sanJuan (15, 9-11)

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.

Permaneced en mi amor para que vuestra alegría llegue a plenitud.

El amor del Padre por el Hijo no se vio interrumpido con la Encarnación de éste. Al contrario, se afianzó si cabe aun más con la muestra de obediencia que Jesús dispensa al Padre celestial hasta el extremo de morir en la cruz. Es signo del amor de Cristo por cada hombre, pero prueba también la comunión de amor trinitaria que antecede al tiempo y se prolongará más allá del fin de los tiempos. Jesús propone ese modelo a sus discípulos para que se mantengan en ese amor, para que permanezcan en fidelidad al mensaje que él mismo les ha predicado. La señal de fidelidad no es otra que el cumplimiento de sus mandatos, empezando por el primero y principal: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Los cristianos se distinguen no porque pongan mucho esfuerzo o imaginación para amar como el Padre sino porque se dejan amar de Dios, que nos ‘primerea’ como dice el Papa Francisco. Permanecer en el amor a Cristo es permanecer dejándose amar por el Padre, sabiéndose hijo amado como lo fue el Hijo.     

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