Miércoles de la 17ª semana del Tiempo Ordinario (A)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (13, 44-46)

El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.

Vende todo lo que tiene y compra el campo

Como en la época de Jesús, el dueño de un terreno es propietario legítimo de cualquier tesoro oculto que halle en su propiedad. Así lo establece el artículo 351 del Código Civil y así lo recogía la ley mosaica. Por eso el que lo encuentra corre a hacerse con la propiedad del suelo, para poder tener también dominio sobre el subsuelo. En nuestro ordenamiento jurídico vigente, cualquier tesoro oculto -siempre que no sea patrimonio arqueológico- se divide entre el descubridor del hallazgo y el dueño del terreno donde se ha encontrado. Quien se encuentra con el tesoro oculto, que es el Corazón de Jesús, no se conforma con la mitad del premio, sino que corre a hacerse con la propiedad para cobrarlo entero. Esa es la radicalidad que nos enuncia el Evangelio de hoy: no te conformes con quedarte a medias, con un pie en el carril de Cristo y otro en el del mundo; tú no te puedes partir por la mitad para seguir a Cristo, así que lánzate de cabeza tras sus enseñanzas como lo que eres: un afortunado que ha encontrado el tesoro de su vida y quiere cobrarlo íntegro sin compartirlo con nada ni con nadie. Vende lo que tienes y síguelo: está esperando para darte la prima entera de quien se hace propietario de un gozo inexpropiable.

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