Sábado 2º de Navidad (C)

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,43-51):

En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: «Sígueme.»
Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»
Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»
Felipe le contestó: «Ven y verás.»
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?»
Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»
Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.»
Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.»
Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»

Comentario

«Ven y verás»

Siempre se ha dicho que la ignorancia es atrevida y el desconocimiento lleva al error. Estamos inmersos en una cultura alejada, cada vez más, del cristianismo, donde poco importan los valores y se prescinde de los referentes. Jesucristo y la Iglesia casi que son unos desconocidos, y lo peor es que cualquier ignorante emite, libremente, sus juicios de valor.

 Cada vez más, como ya dijera Pablo VI en su momento, se escucha menos a los maestros, a los que conocen las materias de las que hablan, y la gente se mueve más por impresiones y sensaciones que por ideas. Por tanto, nos viene muy bien este tramo del Evangelio que nos presenta, en este sábado, la Iglesia; para invitar, como hiciera Felipe con los suyos, a tantos que desconocen a Cristo y a su Iglesia a que vengan y vean.

Sin duda, fue muy fuerte y clarificadora la experiencia de Felipe, que impactado por su vivencia pudo invitar: «ven y verás». Esto nos lleva a vivir con fuerza y entusiasmo nuestra fe, a sentirnos en la Iglesia como en nuestro lugar natural de pertenencia. Nos lleva a experimentar la alegría de la fe, la presencia de Jesucristo entre nosotros, y así en vez de dar discursos estériles entre aquellos que nunca van a escucharnos, invitar a venir y ver.

Ven y verás lo que Jesucristo ha hecho en mi vida, ven y verás haciendo tu propia experiencia de fe, de encuentro con el Señor.

 

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