SANTA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ, virgen y mártir, patrona de Europa, fiesta

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (25, 1-13)

Entonces se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!

La liturgia del día nos propone la parábola de las diez vírgenes para conmemorar la fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, virgen y mártir en el campo de exterminio de Auschwitz, en la Polonia ocupada, en 1942 por sus orígenes judíos a pesar de su conversión al catolicismo y su profesión en un convento carmelita. El Papa San Juan Pablo II la nombró patrona de Europa en 1999 para resaltar las cualidades intelectuales de quien dedicó buena parte de su pensamiento político a estudiar la idea del Estado y la relación del individuo con las estructuras sociales. El Evangelio insiste en proveerse de lo necesario para aspirar a la vida eterna, ya sea la alegría, la caridad o la palabra divina, según las diferentes interpretaciones que los padres de la Iglesia le han dado al aceite de las lámparas. En cualquier caso, la parábola invita a estar alerta, sin dejarse sorprender porque no sabemos el día ni la hora de la parusía pero tampoco sabemos ni el día ni la hora en que nos tocará entregar nuestra propia alma. Cuanto hayamos hecho en vida, cuantas obras de amor nos hayan hecho resplandecer como decía el Papa en la homilía de la misa de envío de la JMJ, serán exclusivas nuestras. Nadie nos podrá traspasar su aceite, sino que cada uno tendrá que presentarse con su luz llameante al encuentro definitivo con el Esposo.

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