Miércoles de la 27ª semana (C)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-4):

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.»»

Comentario

Enséñanos a orar

Los discípulos de Jesús quieren una oración contraseña. Algo que los distinga, un rezo propio con el que identificarse como hacían los discípulos del Precursor, Juan el Bautista. Y le piden a Jesús eso mismo: una fórmula que les permita establecer la fraternidad con quienes rezan como ellos. Cuántas veces no caemos nosotros en la misma trampa: ¡si hasta miramos por encima del hombro a quien trabuca los versos en latín de la Salve Regina! Pero la respuesta de Jesús los vuelve a desarmar. Les enseña a orar invocando a un «papaíto nuestro» tierno como una caricia infantil que es común para todos, en el que todos se pueden identificar, que no excluye, que no deja a nadie fuera. Qué a propósito vienen los versos del padre Martín Descalzo que la Iglesia incluye como himno de laudes: «Padre nuestro, padre de todos, líbrame del orgullo de estar solo».

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